El amor siempre se ha definido como un sentimiento universal y sin embargo, la historia del amor nos demuestra que este ha sido concebido de muy diversas maneras a través de distintas épocas y culturas. Esto se debe a que el amor no deja de ser una construcción cultural. En este artículo viajaremos por la historia para ver cómo entendían el amor nuestros antepasados.
El amor a lo largo de la historia.
Desde siempre, el ser humano ha tenido la necesidad de relacionarse con los otros debido a su naturaleza social. Crea lazos de apego con aquellas personas que considera importantes. El amor tiene un papel fundamental en la formación y mantenimiento de los vínculos sociales. Ahora bien, cada contexto histórico y cultural ha entendido el amor y las relaciones de muy diversas maneras. Se ha entendido como la atracción física que existe entre dos personas, o la intimidad compartida por una pareja. Se ha considerado como ingrediente fundamental del matrimonio o, por el contrario, como algo que bien podía estar ausente. Ciertos tipos de amor se han considerado puros y deseables, mientras que otros han sido juzgados duramente y castigados.
Recorreremos la historia y cómo distintas sociedades en diferentes épocas entendían las relaciones amorosas.
Historia del amor: Origen y definición
El término proviene de la palabra latina “amōris, y esta a su vez del verbo “amare”, que significa amar. La raíz de esta palabra, “ama” significa madre. Y es con nuestra madre, normalmente, con la que tenemos el primer vínculo afectivo y por lo tanto, de amor. De hecho, el apego, es la primera forma de amor que conoce el ser humano.
El apego se entiende como un vínculo afectivo muy intenso, duradero, desarrollado y consolidado entre dos personas, gracias a la interacción recíproca. El niño buscará proximidad con la figura de apego, pues con ella puede obtener protección y cuidados. Este vínculo es fundamental para cubrir la necesidad de seguridad y bienestar (física y psicológica) del infante. El niño es muy vulnerable al nacer, y gracias a estos cuidados de la madre, puede sobrevivir.
Aquí, los sentimientos de amor cumplen un papel fundamental en la continuación de la especie. Los seres humanos necesitan de los unos y los otros para poder continuar en este mundo. De ahí que se considere que el amor es un sentimiento universal y necesario para adaptarnos al mundo. Sin embargo, el amor no es “pura biología” y está afectado por otras variables de carácter social y cultural. Por ejemplo, hasta no hace demasiado tiempo la mayoría de los matrimonios se establecían por conveniencia. En estos casos, poco importaba el amor (con suerte, éste podía ir surgiendo con el tiempo).
(1) – El amor ha ido cambiando a lo largo del tiempo.
Es decir, la historia del amor ha ido evolucionando con los años. En nuestro tiempo y cultura el amor significa algo muy distinto con respecto a lo que concebían nuestros antepasados. Nuestras creencias, conocimientos y visión del amor están totalmente influido por el momento histórico en el que nos hallamos.
El amor en la Prehistoria
Hace unos 50.000 años el ser humano era nómada, vivía en grupo y se alojaba en cuevas para protegerse de las inclemencias del tiempo. Su alimento se basaba en aquello que recolectaban, cazaban o rapiñaban. La comunidad era fundamental para la supervivencia. Sin embargo, los conceptos de pareja, familia y amistad seguramente no existirían tal y como hoy día los concebimos.
No podemos saber con certeza si por aquél entonces el ser humano establecía relaciones monógamas o polígamas. No existen evidencias suficientes para considerar que una de las dos posibilidades era la norma. Lo más probable era que, dependiendo del contexto y condiciones del momento (proporción varones-mujeres, aislamiento con respecto a otros asentamientos, clima, víveres, etc.) la situación fluctuase entre la poligamia o la monogamia.
Los hallazgos muestran en general un predominio de restos masculinos y una supervivencia media mayor en hombres. Esto pudo haber ocasionado mayor competencia entre los varones para establecer relaciones con las escasas mujeres del grupo.
En cuanto a los recién nacidos, tanto hombres como mujeres debieron de preocuparse por su supervivencia. Como ya hemos dicho, el bebé es muy vulnerable cuando nace. De hecho, en tiempos difíciles (como la época glaciar) tuvo que haber sido necesario un alto grado de cooperación grupal para conseguir la supervivencia de la especie.
Además, existen evidencias arqueológicas de relaciones amorosas y sexuales entre estos hombres y mujeres de la Prehistoria. Existen imágenes paleolíticas de personajes masculinos con carácter fálico, al igual que representaciones de cuerpos y genitales femeninos.
Estas representaciones artísticas mostraban escenas eróticas, reproductivas y de placer. Este último probablemente se tomaba como un juego relacional. Sin duda son muestras de que nuestros ancestros poseían una vida sexual y amorosa variada.
El amor en el antiguo Egipto
Para los egipcios, el matrimonio tenía una función muy específica: la de procurarse descendencia y mejorar así las posibilidades de supervivencia. Tener hijos no era una cuestión de opciones: era necesario.
Los hijos servían como mano de obra joven y garantizaban el cuidado de los mayores. Además, dada la importancia que los egipcios daban a la muerte, tener hijos era una forma de asegurarse de que alguien se encargaría de los ritos funerarios al morir.
La finalidad fundamental del matrimonio y de las relaciones entre hombre y mujer, era esencialmente la de tener hijos. Aquí empezamos a ver que el amor no es un ingrediente fundamental para establecer relaciones de pareja.
(2) El amor en el antiguo Egipto: los hijos eran la finalidad del amor.
Los egipcios contaban con una cierta libertad antes de casarse. En Egipto el matrimonio no tenía una base tan formal y no necesitaban trámites institucionales para unirse.
De forma voluntaria, los jóvenes podían convivir en una misma casa y formar una familia. Posteriormente declaraban ante la sociedad su condición de pareja formal. Las relaciones eróticas y afectivas prematrimoniales eran entonces cosa corriente. No obstante, una vez formalizado el matrimonio, la fidelidad entre los cónyuges era innegociable.
Por ejemplo, esto servía para controlar legitimidad de los hijos. El divorcio ya existía por aquél entonces y también se formalizaba con facilidad. En estas separaciones, la mujer disfrutaba de unos derechos similares a los de los hombres. Pero no estaba bien visto llegados a cierta edad que tanto el hombre como la mujer también permanecieran solteros.
La familia real egipcia contaba con una organización relacional diferente. Por ejemplo, era bastante frecuente que el varón tuviera varias esposas. Siendo algunas de estas pertenecientes a su familia (sus hermanas, normalmente).
El amor en la antigua Grecia
En la Antigua Grecia existen numerosos mitos y leyendas que hablan sobre el amor (como el de Eros y Psique). Sin embargo, éste no se define como un “amor romántico”. En la literatura griega el amor es, de hecho, desencadenante de escenarios y sentimientos trágicos y dolorosos. Muchas veces se trata como un sentimiento imperfecto que en ocasiones sólo lleva a la desgracia.
En cuanto a la vida en la antigua Grecia, el matrimonio se consideraba una obligación para los ciudadanos. La ley perseguía a los solteros pues no cumplían con su deber para con la sociedad. Debían casarse para tener muchos hijos para que estos contribuyesen en la sociedad.
El matrimonio consistía en un contrato familiar entre dos familias. En muchas ocasiones, en cuanto nacía el infante, éste ya era prometido al vástago de otra familia. El matrimonio era como una empresa, donde las familias intercambiaban bienes materiales y humanos (sus hijos).
Las mujeres carecían de derechos en la Antigua Grecia. Eran tratadas como propiedades que pasaban de manos del padre al esposo en cuanto se casaban. La mujer solía estar recluida en el gineceo y tenía la obligación de serle fiel a su esposo. Si no lo era, era rechazada por su familia y la sociedad.
Sin embargo, con el varón no pasaba igual. Sus infidelidades no eran castigadas y se consideraban algo normal dentro del matrimonio. De hecho, no eran infrecuentes las prácticas homosexuales en varones (en mujeres no estaba permitido). Aunque no sería aplicable el término “homosexualidad” en la sociedad griega, pues ellos no distinguían entre prácticas heterosexuales y homosexuales. Normalmente, las relaciones sostenidas con otros hombres iban dirigidas al placer, y a la reproducción en el caso de las mujeres.
(3) – Para los antiguos griegos el amor era como una empresa
El amor en la antigua Roma
La mentalidad de la Antigua Grecia y sus costumbres fueron reinterpretadas y adaptadas en la Antigua Roma. De nuevo, en el matrimonio la prioridad estaba destinada a la procreación y prosperidad económica y/o política. El amor volvía a ser ignorado como elemento esencial en la unión de los cónyuges.
Normalmente, la mayoría de relaciones amorosas y eróticas se daban fuera del matrimonio. Pero sólo en el caso de los varones. Ellas debían fidelidad y castidad absoluta a su marido, mientras que éste podía entablar relaciones fuera del matrimonio. Sin embargo, esto no era impedimento para que algunas mujeres tuvieran relaciones amorosas y eróticas a espaldas de sus maridos.
Es importante señalar que a diferencia de las mujeres griegas, las romanas sí contaban con derechos políticos. Aun así, seguían estando supeditadas al hombre.
Para el hombre romano también había limitaciones. Las relaciones fuera del matrimonio debían darse con personas de un estatus inferior. Esto se hacía porque en el caso de que la mujer quedara embarazada, no hubiera conflictos de intereses políticos y/o económicos. Por ello, la prostitución era muy habitual en el mundo romano. Entre las clases acomodadas era igualmente común el entablar relaciones eróticas con los esclavos de la casa.
Para los romanos, la sexualidad y el amor formaban parte de la cotidianeidad. Lo trataban con tanta naturalidad que no es extraño encontrar representaciones y escritos romanos sobre escenas eróticas y amorosas.
En la mentalidad romana la virilidad y el papel activo que el varón tomaba en las relaciones era fundamental. Esta actitud era el ideal de comportamiento sexual del hombre libre romano, tanto si se trataba de relaciones homoeróticas o no. Todo lo relacionado con la pasividad sexual, era objeto de burlas y se les aplicaban títulos peyorativos referentes a la falta de virilidad y virtud social.
El amor en la Edad Media
En el siglo XI, empieza a surgir un concepto de amor parecido al que hoy día llamamos amor romántico. Esta forma de amor se denominaba “amor cortés”, una concepción más bien platónica y mística del amor. Normalmente no se daba en parejas formales y solía ser “cosa de nobles”.
Suele definirse como “un amor lleno de pasión donde el hombre trata de conquistar a la dama, sobre todo por medio de la palabra” (Paz, 1993). Es un amor “ideal”, donde la castidad y pureza de la dama son virtudes a ensalzar. Por ello, este amor idealmente nunca llegaba a consumarse y solía llevarse en secreto. Debido a ello, el caballero sufre por la no consumación del amor, y éste termina siendo trágico y anhelado.
En la Edad Media, los matrimonios y su finalidad siguen siendo como lo que hemos ido viendo hasta ahora. La consideración de la mujer sigue sin cambiar y se concibe como una especie de “posesión” imprescindible para la reproducción. El amor matrimonial seguía sin tomarse en cuenta.
(4) – En la Edad Media surge el Amor Cortés
Debido a la estricta moral cristiana de la época, las relaciones eróticas por puro placer eran desestimadas y castigadas moralmente. Estaba mal visto tener relaciones prematrimoniales (sobre todo en el caso de las féminas). Y de hecho, los matrimonios debían ser de “por vida” según la moral eclesiástica.
El divorcio era algo prácticamente inconcebible. Las relaciones en el matrimonio debían limitabas a la “honesta copulatio”. Es decir, que sólo podían realizarse con vistas a engendrar. El amor entonces tiende a ser extraconyugal. De hecho, los hijos bastardos llegarán a ser muy comunes en la Edad Media.
Debido a todos estos factores, la vida matrimonial solía ser bastante insatisfactoria. El amor entonces se identificaba con el adulterio y las relaciones extramatrimoniales.
Siglos XVI-XVIII: el Romanticismo
Entre los siglos XVI y XVIII convivieron dos formas de concebir las relaciones muy diferentes: una implicaba una unión de conveniencia y la otra, el amor romántico sin consumación. Como ya hemos visto, éste último tenía su origen en la Edad Media.
No obstante, esta época estuvo marcada por revoluciones de todo tipo (ideológicas, científicas, etc.). La forma de vivir y de concebir el mundo cambió radicalmente en Occidente. El amor romántico pasó de ser algo marginal a ir adquiriendo poco a poco visibilidad e importancia.
El concepto de amor romántico surgió en el siglo XVIII. Rompía con los cánones sobre el amor cortés. Ahora, pasión y deseo sexual se unían, convirtiendo a los propios sujetos como dueños de sus emociones.
En Europa, a finales del siglo XVIII seguía existiendo el modelo tradicional de familia. La mujer seguía siendo el “sexo débil” y se las creía de ser incapaces de controlar sus emociones. Se dedicaban al hogar y a la crianza de los hijos. De nuevo, las relaciones sexuales sólo podían mantenerse dentro del matrimonio. Pero a pesar de que seguían existiendo desigualdad entre hombres y mujeres (incluso entre los ilustrados), las cosas comenzaron a moverse en otra dirección. La sociedad se transformó, y el modelo clásico estamental poco a poco fue transformándose.
La mentalidad cambió. La sociedad demandaba libertad y derechos universales, racionalidad científica y fe en el progreso humano. En esta serie de transformaciones, las mujeres también fueron partícipes, aunque en menor medida.
Las ideas revolucionarias también afectaron en gran medida al concepto del amor. Ahora este se empezó a considerar necesario para el matrimonio. De hecho, en Europa aumentaron los matrimonios realizados desde esta concepción. Así es como comenzó a establecerse el concepto de amor romántico.
(5) – El Romanticismo, una nueva forma de vivir el amor.
Siglo XIX: Una evolución amorosa.
El amor romántico que surgió en el siglo XVIII influyó notablemente en las mujeres. Esto fue debido a la promoción moderna del ideal de felicidad individual y la legitimación progresiva del matrimonio por amor. Las mujeres veían en matrimonio como una vía para poder alcanzar la libertad y la autonomía a través del amor. La felicidad era posible en el matrimonio.
Poco a poco se desarrolló la elección de la pareja por amor en detrimento de las consideraciones materiales y conservadoras de la sociedad. El romanticismo fue un movimiento de finales del siglo XVIII y principios del XIX, artístico, ideológico y cultural que representaba el anhelo por la libertad, lo emocional, los instintos, la pasión… Frente al dogmatismo, las tradiciones y lo convencional que hasta entonces la sociedad había impuesto.
En la Era Victoriana, el amor romántico se convirtió en un ingrediente importante para el matrimonio. Ahora bien, existían reglas estrictas sobre cómo había que proceder en el cortejo y la amatoria. El cortejo solía ser muy formal, cargado de reglas si se trataban de parejas con un alto estatus social.
Había parejas que tenían prohibido verse sin la presencia de un acompañante. Y no era raro que las propuestas de matrimonio se hicieran por escrito. En esta época la doble moral era la norma, puesto que seguían existiendo estos valores morales y conservadores arraigados. Pero muchos de los que los defendían anhelaban realmente aquello que vendía la ideología romántica.
El amor en el siglo XX
En el siglo XX las transformaciones culturales, sociales e ideológicas continuaron. Comenzaron a darse en público las primeras demostraciones de sentimientos amorosos y afectivos.
Los comenzaron a vivir lejos de la familia y el control paternal. Empezaron entonces a desafiar las normas establecidas. Criticaban la tradición imperante, que seguía sin desaparecer de la sociedad. Los jóvenes se enviaban cartas románticas. Comenzaron a verse en público, alejados de la mirada familiar. Este fue el principio del fin de los matrimonios de conveniencia.
Segunda guerra mundial.
Después de la II Guerra Mundial, debido a las pérdidas humanas, Europa necesitaba niños. La política familiar empezó a cobrar gran importancia. Las leyes promovían en gran medida la reproducción y prohibía el aborto de manera muy estricta. La familia lo era todo y era la mujer la que debía encargarse de los hijos y el cuidado del hogar. El divorcio, aunque legal, estaba muy mal visto. Los matrimonios tendían a durar para siempre. La mujer debía demás obediencia al marido.
(6) – Siglo XX: Una revolución de las relaciones amorosas.
Años sesenta.
El modelo anteriormente descrito cambió a partir de los años 60. Los movimientos revolucionarios protestaban contra la tradición y el orden establecido. La pareja empezó a cobrar importancia, no sólo la familia. Lo ideal era que la pareja se quisiera, amase y voluntariamente decidieran convivir y ser felices juntos, sobre todo sexualmente. Hubo movimientos a favor de la reivindicación del cuerpo, el placer y la sexualidad tanto en hombres como en mujeres.
Las relaciones eróticas empezaron a no ser objeto de la moral y la culpa. Empezó a poder decidirse sobre la maternidad, la anticoncepción, el amor y el placer. Las mujeres empezaron trabajar sin que el marido le diera autorización para ello. El trabajo y la familia empezaron a ser cada vez más “cosa de dos”.
Nuestro presente.
A lo largo de las últimas décadas se fue haciendo más fuerte la concepción de que el amor es fundamental para estar en pareja. Su popularidad crece y el matrimonio es algo que depende exclusivamente de la elección personal. Sin embargo, fuera de Occidente aún existen países donde se dan los matrimonios concertados. Pero esta costumbre está tendiendo a desaparecer. Hoy día, la mayoría de nosotros no nos casaríamos con una pareja a la que no quisiéramos.
En la época actual gozamos de libertades y derechos que antes no se tomaban en cuenta. Los adolescentes comienzan sus relaciones amorosas y eróticas sin el consentimiento explícito de los padres y la sociedad. La homosexualidad, aunque todavía perseguida y castigada en algunos países, es cada vez más aceptada y día a día se lucha por dar visibilidad a colectivos a los que históricamente se les ha negado el derecho a estar con quien ellos deseaban.
Hoy día podemos decir que cada uno tiene su “propio modelo de amor”. Existen tantas opciones que cada uno elige la que mejor se amolda a su manera de ser. Hay personas que encuentran la felicidad bajo modelos más tradicionales y otras que no lo hacen. De ahí que cada modelo de amor sea válido y respetable siempre y cuando no hiera a otros y/o a uno mismo.
El amor ha cobrado gran importancia en nuestras vidas. Para la ciencia el amor es un objeto de estudio. Muchos demandan una mejor comprensión de este complejo sentimiento para ayudar a tener una convivencia de pareja y familiar más óptima.
Conclusiones
El amor no ha tenido la misma importancia ni el mismo significado en todas las épocas y culturas. Ha ido cambiando conforme la sociedad se amoldaba al contexto de su tiempo. La mayor parte de las veces no se ha tenido en cuenta en la formación de la pareja. Las necesidades de la época demandaban uniones prácticas que aseguraran la estirpe y la estabilidad económica. El placer sexual en algunas épocas llegó incluso a ser castigado por las leyes morales imperantes.
(7) – El amor en la actualidad, múltiples opciones y modelos
La pareja no parecía ser fuente de felicidad y armonía, más bien al contrario. Pero tampoco importaba, ya que no se esperaba que así fuera. Amor y matrimonio no tenían por qué convivir. Pero los cambios revolucionarios de la ilustración, y más tarde del romanticismo y la transformación de la sociedad a partir del siglo XX ocasionó que la pareja se mirase desde un prisma bien distinto.
Los jóvenes comenzaban a elegir ellos la pareja (no los padres), el amor comenzó a ser un ingrediente fundamental en el matrimonio. Los niños no eran una prioridad y las labores de la casa y el trabajo cada vez estaban más repartidas entre hombres y mujeres.
Hoy día disfrutamos de una amplia variedad de formas de convivencia en pareja. Existen todo tipo de relaciones (monógamas, poliamorosas, exclusivamente sexuales, etc.). Cada persona es libre de decidir cómo quiere vivirlas. Las relaciones amorosas han estado sujetas a los cambios culturales, ideológicos y sociales de la época, por lo que seguirán transformándose y evolucionando.
Referencias Bibliográficas.
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- Diccionario de dudas: etimología de amor. Enlace.
Autora.
Sofía Rodríguez Pantoja es Graduada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid. Ha cursado el Máster en Psicología General Sanitaria y el Máster en Psicoterapia Humanista Experiencial y en Terapia Focalizada en la Emoción en la Universidad Pontificia de Comillas. Fue voluntaria en el Centro Joven de Atención a la Sexualidad en Madrid (CJAS Madrid). Actualmente está cursando el Experto en Clínica e Intervención en Trauma con EMDR en la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia (SEMPyP).
Twitter: @Sofia_psico.
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