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El duelo y sus fases: Cómo afecta la muerte de un familiar

    El duelo. Como superar la muerte de un familiar.

    Significado del duelo y su trascendencia en la vida.

    El duelo es el proceso psicológico que se experimenta tras una pérdida sin posibilidad de reparación. Dicha pérdida ha de ser de algo de valor para el individuo, pudiendo tratarse de un objeto material (p. ej. tras un robo o un incendio), de algo intangible (como la pérdida de estatus social o el cambio de país) o de un ser querido (p. ej. tras un aborto o un divorcio). Cada una de estas pérdidas provocará emociones y sentimientos de distinta intensidad y dificultad de adaptación, no obstante, todas ellas tienen una base común: la inevitabilidad de la pérdida y la necesidad de adaptación ante ella, causando sufrimiento y haciendo que se tome contacto con la propia vulnerabilidad.

    Trascendencia del duelo en la vida.

    Si bien es cierto que este proceso puede contribuir al propio crecimiento personal, no hay que obviar que se trata de una de las experiencias más estresantes a las que puede llegar a hacer frente el ser humano. Por ello, no es extraño que ciertas personas no sean capaces de afrontar dichas circunstancias y terminen desarrollando psicopatologías como la depresión o la ansiedad, llegando incluso a alimentar ciertas conductas hasta convertirlas en adicciones (p. ej. sobrecargándose de trabajo, comprando compulsivamente o abusando del uso de fármacos o del alcohol).

    En estos casos, la persona no es capaz de encontrar otra forma para superar su malestar, siendo incapaz de aceptar el sufrimiento y los cambios que conlleva la pérdida del ser querido. Todo ello puede dar lugar a sentimientos negativos como el rencor hacia el fallecido por “haberle abandonado” o el desprecio a sí mismo porque, en ese afán de autoprotección, siente que está traicionando la memoria del ser querido al no reconocer su pérdida y no estar viendo su luto tal y como cree que se merecía el fallecido.

    ¿Cuáles son las fases del duelo?

    El duelo es una reacción emocional natural, fruto de la necesidad de adaptación a las nuevas circunstancias. Por ello, es habitual que el doliente atraviese por diferentes fases conforme va asumiendo la pérdida. A continuación, se describen las distintas etapas habituales del duelo, las cuales no han de presentarse necesariamente en todos los procesos de duelo ni en ese mismo orden, ya que, si bien es cierto que algunas reacciones preceden a otras (p. ej. ha de reconocer la pérdida para poder lamentarla), el proceso de duelo no tiene una secuencia rígida donde las reacciones tengan necesariamente que reducirse de manera progresiva y equilibrada a lo largo del tiempo:

    Fases del Duelo
    (1) – El duelo al perder a un familiar cercano conlleva un gran sufrimiento.

    Etapa de la negación.

    Puede durar desde unas horas hasta un tiempo más prolongado -normalmente de dos o tres días- debido a que se trata de un mecanismo de defensa que ayuda a aplazar el dolor, evitando que el cambio sea tan brusco que resulte perjudicial para la salud. Durante esta fase, el doliente suele reaccionar con sentimientos de incredulidad y desconcierto, experimentando lo ocurrido como algo irreal, como si le hubiese tocado interpretar dicho papel y no terminase de creerse del todo que el fallecido no fuera a volver.

    Dado que cada duelo es un proceso único, la persona también puede reaccionar permaneciendo paralizada e inaccesible o, incluso, puede llegar a negar explícitamente el fallecimiento del ser querido. Por otra parte, no es extraño que ciertas personas tengan pequeñas ensoñaciones o incluso alucinaciones fruto de esa búsqueda y deseo de encuentro con el fallecido, pues durante este periodo la muerte no ha sido asumida como tal.

    Etapa de la ira.

    Lentamente, el doliente comienza a ser verdaderamente consciente de la pérdida como algo definitivo, pues cada vez que quiere estar con su ser querido siente frustrado su deseo y se vuelve a dar cuenta de que ha muerto. Esto le lleva a experimentar sensación de vacío, mostrándose inquieto e irritable. Durante esta etapa, la persona puede iniciar la búsqueda de culpables, con los conflictos que ello genera (p. ej. reproches hacia los demás o hacia sí mismo). En este caso, la muerte es percibida en cierta medida como una decisión mal tomada, de manera que se tiende a responsabilizar a alguien por ello. Aquí el doliente se pregunta por qué le ha tenido que ocurrir esta desgracia.

    Etapa de la negociación.

    En esta fase, la persona se plantea qué podría haber hecho para evitar el fallecimiento. Se pregunta qué habría ocurrido si se hubiera enterado antes o si hubiera cuidado más al difunto. Asimismo, el dolor es aliviado imaginando que se ha retrocedido en el tiempo, fantaseando con la posibilidad de revertir el proceso o buscando estrategias para evitar el fallecimiento si éste aún no se ha producido (p. ej. intentando negociar con Dios para que no se produzca la muerte). Todas estas cuestiones suponen una gran carga emocional, por lo que esta etapa no se puede sostener durante un largo periodo de tiempo.

    Etapa de la depresión.

    Una vez llegados a este punto, la persona deja de fantasear con realidades paralelas y se aproxima al presente, tomando conciencia de que el ser querido no volverá. Así, el doliente experimenta una tristeza profunda, sintiéndose vacío y solo, cayendo en la apatía y el desinterés por la vida, compartiendo por ello ciertos síntomas con la depresión (aunque no se trata de una depresión psicopatológica como tal). En este momento, la persona es incapaz de mitigar su tristeza mediante excusas o fantasías, por lo que puede llegar a experimentar una crisis existencial al considerar la muerte como algo irreversible y al no sentirse capaz de empezar a vivir una realidad definida por dicha ausencia (“¿qué hago yo ahora?”).

    Etapa de la depresión en el duelo
    (2) – En la etapa de depresión aparece aislamiento, tristeza y cansancio

    Durante esta etapa, son frecuentes el aislamiento, el cansancio y la imposibilidad de concebir la idea de que se va a salir de este estado de melancolía y tristeza, pues el futuro sin el fallecido genera gran miedo. Además, la persona intenta acercarse más al fallecido evocando recuerdos mediante fotografías u objetos que le acerquen a las sensaciones que están desapareciendo progresivamente.

    Etapa de aceptación.

    Durante esta etapa, el doliente intenta rehacer su vida, desprendiéndose de objetos y recuerdos del difunto. Se trata de una fase en la que la persona se siente inicialmente cansada, resignándose a la realidad, sin sentirse alegre ni deprimida. Con el paso del tiempo, el doliente se va adaptando a los nuevos patrones de vida sin el fallecido, comenzando a establecer nuevos vínculos y volviendo a experimentar alegría y placer, poniendo de nuevo en funcionamiento todos sus recursos personales para reorganizar sus proyectos vitales.

    ¿Cuánto se tarda en completar el proceso de duelo?

    Existen distintas teorías acerca de cuándo se puede considerar que ha finalizado el duelo por el fallecimiento del ser querido, siendo la más aceptada cuando uno ha conseguido reorganizar su vida a un nivel parecido al que tenía antes del fallecimiento y es capaz de referirse al fallecido sin sentimientos de extrema tristeza.

    Al contrario de lo que se tiende a pensar, este proceso no tiene un tiempo determinado: a algunos les puede llevar un año, mientras que a otros de dos a tres años, sin que ello signifique que estén atravesando un duelo que precise de asistencia psicológica. Como es lógico, hay una serie de factores que influyen en la elaboración del duelo como son el grado de vinculación con el fallecido, el apoyo social del que se dispone el doliente, etc.; sin embargo, los diferentes testimonios coinciden en que el peor momento del duelo hacia el cuarto mes del fallecimiento, fechas especiales aparte (p. ej. aniversarios o vacaciones).

    ¿Hay factores que complican la elaboración del duelo?

    A la hora de enfrentarse al duelo por el fallecimiento de un familiar, hay una serie de factores que pueden complicar el correcto desarrollo del mismo:

    • Circunstancias que rodean a la muerte: Una muerte repentina, inesperada por la edad del fallecido (p ej. un niño) o traumática (como ante el suicidio o el asesinato), son hechos que dificultan la elaboración de la pérdida. Asimismo, el haber estado expuesto a estímulos terribles (imágenes, olores, sonidos) o a demandas conflictivas (p. ej. culpa e impotencia por no haber podido atender al familiar tanto como le hubiera gustado) puede dejar física, psicológica, social y financieramente agotado.
    Duelo de un familiar por accidente
    (3) – Una muerte repentina puede influir en la elaboración del duelo
    • Naturaleza de la relación con la persona fallecida: A mayor vinculación, previsiblemente más largo será el proceso de duelo (p. ej. ante el fallecimiento de los padres, el esposo o los hijos).
    • Características personales e historia de vida del doliente: Como es lógico, tanto los antecedentes de trastornos psicológicos como las pérdidas previas no resueltas dificultarán la pérdida.
    • Contexto sociofamiliar: Los problemas económicos, la ausencia de apoyo social o el quedarse a cargo exclusivo del cuidado los hijos son circunstancias que dificultan el proceso de aceptación de la pérdida.

    Tipos de duelo más frecuentes.

    Las circunstancias anteriormente citadas pueden dificultar la elaboración del duelo, pudiendo modificar la intensidad o el momento de aparición del mismo, así como la duración de dicha reacción emocional. A continuación, se explican los tipos de duelo más comunes.

    Duelo normal. 

    Es aquel en el que el doliente va superando las distintas etapas del proceso hasta aceptar la pérdida. En este sentido, cabe destacar que tanto el apoyo social como las creencias religiosas funcionan como factores protectores, es decir, que aumentan la capacidad de sobreponerse a la pérdida.

    Duelo patológico o enmascarado. 

    Este duelo tiene lugar cuando la persona experimenta somatizaciones y realiza conductas desadaptativas que no relaciona con el fallecimiento, pero que repercuten negativamente en su bienestar físico y emocional. Algunas señales que delatan este duelo son la falta de respuesta ante la muerte, los sentimientos desproporcionados de culpa hacia uno mismo o de idealización hacia el fallecido, la presencia de síntomas hipocondriacos o psicosomáticos, la adquisición de malos hábitos, la desconexión del mundo que le rodea, etc.

    Duelo crónico. 

    En este caso, el doliente arrastra reacciones propias del proceso durante años, sin terminar de adaptarse a una vida sin el fallecido. La persona permanece apegada a los constantes recuerdos del difunto, considerando una ofensa retomar cierta normalidad en su vida.

    Duelo anticipado. 

    El padecimiento de una enfermedad terminal hace que la familia perciba dicha pérdida como inevitable, por lo que comienza a elaborar su propio duelo antes de que se produzca el fallecimiento.

    Duelo congelado o retardado. 

    Las posibles exigencias del momento hacen que la persona no disponga del tiempo suficiente como para considerar sus propias emociones o que ésta no sea capaz de expresar las mismas. De esta manera, el doliente no reacciona afectivamente a la pérdida hasta que un recuerdo o una profundización en sus sentimientos desencadena el proceso.

    Duelo ambiguo. 

    La ausencia de la presencia física (como ocurre en los casos de desapariciones) o psíquica del afectado (p. ej. en ancianos con demencias o personas en estado vegetativo persistente) provoca desconcierto y ansiedad al no saber si considerar la pérdida como tal.

    Algunos duelos se alargan durante mucho tiempo
    (4) – En ocasiones, el duelo se alarga y cronifica en el tiempo.

    Cuándo pedir ayuda psicológica por el duelo.

    Si hay algo que caracteriza al duelo es su crudeza, pues cada vez que se pretende estar con el fallecido uno vuelve a darse cuenta de que el ser querido ya no está, haciendo imposible ese reencuentro físico tan anhelado. Esto puede conducir a experimentar una serie de emociones, las cuales son completamente normales experimentar durante dicho proceso.

    Emociones normales durante las fases del duelo.

    • Incredulidad o confusión ante el fallecimiento.
    • Sentimientos de abandono.
    • Necesidad de aislamiento.
    • Evitación de cuestiones asociadas a la muerte.
    • Ansiedad o depresión tras un tiempo de la defunción.
    • Escasa concentración.
    • Inquietud o cansancio.
    • Tensión, enfado o impotencia por la pérdida.
    • Anhelo u obsesión por el difunto, con pensamientos intrusivos sobre el mismo.
    • Miedo al futuro o a volverse loco por la creencia de que no va a poder superarse el fallecimiento del ser querido.
    • Sensación de falta de sentido de la vida o crisis existencial.
    • Culpa o alivio por la muerte del allegado.

    Si bien es cierto que el duelo puede llevar a reaccionar de manera diferente a la habitual y a experimentar ciertos altibajos emocionales con breves períodos de duelo agudo durante los primeros meses después del deceso, hay que otras reacciones que pueden indicar que el doliente no está elaborando su duelo correctamente.

    Reacciones y señales del duelo patológico.

    • Sentir un dolor intenso tras varios meses de la pérdida.
    • Tener episodios de agresividad o conductas impulsivas autodestructivas (como el abuso de sustancias).
    • Sentir deseos de suicidarse o hacerse autolesiones.
    • Tener pensamientos intrusivos recurrentes acerca de asuntos pendientes con el fallecido o sentirse excesivamente culpable por los errores que pudo tener con el difunto al final de la vida.
    • Imitar al fallecido de forma compulsiva o somatizar los síntomas que tenía el mismo antes de morir (obsesionarse con su enfermedad).
    • Realizar cambios radicales en la vida.
    • Mostrar demasiada o ninguna vinculación con los objetos del fallecido.
    • No expresar dolor ni asistir al funeral.

    Todas las reacciones anteriormente descritas muestran a una persona superada por los acontecimientos, a la que le resulta imposible incorporarse a su vida normal tras unas semanas del fallecimiento. Por ello, es importante que la persona acuda a un psicólogo para que le facilite herramientas con las que poder afrontar esta nueva etapa de la vida.

    Terapia psicológica para superar el duelo
    (5) – La terapia psicológica puede llegar a ser necesaria para superar el duelo

    Referencias bibliográficas.


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