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Buscando el cuerpo perfecto: El trastorno dismórfico corporal.

    Buscando el cuerpo perfecto

    El cuerpo perfecto es un canon de belleza muy interiorizado en la sociedad actual. En ocasiones especiales como eventos de cierta relevancia social o personal es normal preocuparse por el propio aspecto físico. No obstante, las personas con trastorno dismórfico corporal pasan el día preocupadas por su apariencia física, obsesionadas con defectos físicos de poca importancia o incluso imaginarios. En esta entrada se hablará sobre las implicaciones de este problema y sus posibles soluciones.

    Contenido

    ¿Existe el cuerpo perfecto? La imagen corporal y su relación con los trastornos de conducta alimentaria.

    La imagen corporal es la representación mental que uno tiene sobre su propio aspecto físico, es cómo se percibe y cómo se siente con respecto a su propio cuerpo.

    “Independientemente de la altura, el peso o la talla, las personas pueden tener una imagen corporal positiva o negativa”.

    Tener una imagen corporal negativa propicia el desarrollo de ciertas psicopatologías como trastornos de la conducta alimentaria y depresión, así como una baja la autoestima y aislamiento social.

    De esta manera, una imagen corporal negativa no sólo implica que uno pueda sentirse avergonzado o angustiado por su propio cuerpo, sino que favorece una percepción distorsionada del mismo, acrecentando la importancia del propio juicio físico, ya de por sí subjetivo. Así, la distorsión de este juicio puede llegar a tal extremo que la persona puede terminar desarrollando trastorno dismórfico corporal (TDC).

    ¿Qué es el trastorno dismórfico corporal?

    Se define como la preocupación exagerada por un defecto físico inexistente o de escasa importancia, lo que causa un gran malestar al interferir negativamente en la vida cotidiana de la persona y en sus relaciones sociales. Dicha preocupación puede estar centrada en una o varias partes del cuerpo muy concretas (p. ej. la escasez de brillo del cabello, las arrugas del cutis, las venas marcadas) o en aspectos más globales (p. ej. falta de armonía en el rostro o de musculatura, el olor corporal), pudiendo cambiar con el tiempo.

    Obsesión con la musculación

    Obsesión con la musculación

    De esta manera, la persona termina obsesionándose con su imagen corporal en pos de mejorar u ocultar el supuesto defecto, de manera que emplea varias horas al día en mejorar su imagen, realizando conductas compulsivas para comprobar que continúa siendo atractivo (p. ej. aseo de manera repetida, mirarse en el espejo frecuentemente sin poder evitarlo).

    Todos estos comportamientos indeseables y difíciles de controlar terminan consumiendo tanto tiempo que acaban generando angustia e incluso conflictos laborales, familiares o de pareja.

    “No todas las personas con trastorno dismórfico corporal son capaces de reconocer que sus defectos percibidos son excesivos”.

    Algunas están absolutamente convencidas de que esos defectos son ciertos, lo cual incrementa su grado de angustia.

    Síntomas del trastorno dismórfico corporal.

    • Preocupación excesiva por defectos físicos de poca importancia o imperceptibles para los demás, creyendo que empeoran drásticamente el atractivo físico.
    • Creencia de que los demás perciben la propia apariencia de manera excesivamente negativa, llegando incluso a burlarse de ella.
    • Buscar con frecuencia que los demás aprueben la propia apariencia, sin terminar de creer los halagos.
    • Comprobar la propia apariencia y arreglarse repetitivamente a fin de ocultar el defecto percibido (p. ej. cambiarse muchas veces de ropa antes de salir, repasar excesivamente el maquillaje, rascarse la piel, mirarse en el espejo cada poco tiempo).
    • Comparación constante con el físico de los demás, convirtiéndose en su mayor preocupación, llegando por ello a evitar determinadas situaciones sociales.

    “Uno de los rasgos más característicos de estas personas es que están comparando a todas horas su físico con el de los demás”.

    • Probar numerosos cosméticos y recurrir reiteradamente a especialistas o a la cirugía estética -en ocasiones, muy radical y agresiva- reduciendo la angustia de manera temporal, pero sin terminar de encontrar una plena satisfacción en los resultados.

    Consecuencias del trastorno dismórfico corporal.

    Pensamientos obsesivos y comportamientos ritualizados.

    El aspecto físico se vuelve el centro de la vida de la persona, dedicando gran parte de su día a examinarlos y disimularlos, peregrinando por distintos especialistas (p. ej. dermatólogos, nutricionistas o dentistas).

    “De hecho, el trastorno dismórfico corporal es un tipo de trastorno obsesivo-compulsivo”.

    Obsesión por la belleza y el propio cuerpo

    Obsesión por la belleza y el propio cuerpo

    Angustia o ansiedad. 

    El tener que enfrentarse cada día al largo y cansado ritual con el que ocultar los supuestos defectos sin descuidarse un sólo instante puede llevar a la persona a sentir angustia o ansiedad. Por ello, tampoco es extraño que estas personas desarrollen fobia social.

    Baja autoestima.

    Esta persona cree firmemente que su entorno sólo la quiere porque consigue mantener una apariencia atractiva, de manera que al no verse perfecta su sentimiento de valía disminuye drásticamente, considerándose poco deseable y, por ende, indigna de ser querida por los demás.

    Inseguridad y tendencia al aislamiento social.

    Al creer que la gente se da cuenta de sus defectos físicos en cuanto la miran, la persona tiende a evitar determinadas situaciones sociales para dejar de sentirse vulnerable. Por otra parte, puede terminar teniendo problemas con sus allegados al considerar que las palabras tranquilizadoras -que anteriormente le aliviaban- no son sinceras y que no se preocupan por su problema físico.

    “La inseguridad causada por los supuestos defectos acaba haciendo que el individuo se aisle socialmente.”

    Problemas para encontrar pareja y en las relaciones sexuales.

    El mostrarse cohibido al sentirse expuesto al escudriño de los demás confirmará las propias expectativas de fracaso previas, lo que en psicología se conoce como efecto Pigmalión. Además, el miedo a mostrar el cuerpo desnudo puede generar tensión, impidiendo en ciertos casos disfrutar de la relación sexual.

    Depresión.

    Desgraciadamente, estas personas consideran que su apariencia física es un signo de cómo son interiormente y, por eso, la gente atractiva lo tiene todo, porque lo consiguen por su aspecto físico.

    Así, la persona termina creyendo que si consigue controlar su apariencia -de lo cual debería ser capaz-, podrá también controlar su vida emocional y social.

    Al darse cuenta de que, a pesar de sus esfuerzos por mantenerse físicamente atractivo, es incapaz de conseguir su cuerpo ideal y que tampoco mejora su situación personal, puede mostrar síntomas de depresión e incluso tener intención suicida.

    “Al no poder conseguir la imagen idealizada de un cuerpo perfecto la persona puede caer en una depresión”.

    Trastornos de la conducta alimentaria.

    Dado que el objeto de preocupación puede estar relacionado con el peso, ciertas personas pueden desarrollar alguno de estos trastornos además del trastorno dismórfico corporal.

    Cirugía estética innecesaria.

    Para solucionar el supuesto defecto, la persona puede recurrir a la cirugía, lo cual no sólo no resuelve su problema, sino que en la mayoría de casos lo agrava, pues tiende a someterse a nuevas intervenciones en búsqueda del resultado deseado.

    “En ocasiones, la persona se mete en un bucle de cirugías estéticas innecesarias que agravan el problema, pues nunca consiguen alcanzar su ideal de cuerpo perfecto”.

    Cirugía estética innecesaria

    Cirugía estética innecesaria

    ¿Por qué se desarrolla el trastorno dismórfico corporal?

    Se estima que aproximadamente el 2% de la población tiene este trastorno, teniendo mayor incidencia entre universitarios. No obstante, diversos profesionales consideran que puede darse con mayor frecuencia de la encontrada debido a que se trata de un “trastorno silencioso”, pues las personas suelen ocultar los síntomas y realizar los rituales en secreto por miedo a que sus defectos sean descubiertos o a que sus allegados puedan tildarlos de vanidosos.

    “El trastorno dismórfico corporal normalmente comienza a desarrollarse durante la adolescencia”. 

    A veces, también puede hacerlo a lo largo de la edad adulta. Respecto al sexo, afecta prácticamente por igual a hombres y mujeres, salvo la variante de dismorfia muscular -más comúnmente conocida como vigorexia-, que se da casi exclusivamente en hombres (preocupación por una constitución física pequeña o insuficientemente musculada).

    A continuación, se describen los factores que influyen en el desarrollo del trastorno:

    Contexto social y cultural.

    La sociedad actual promueve valores como el culto al cuerpo, asociando el ideal físico de delgadez, firmeza y musculatura a la competencia y el éxito social.

    Así, la constante promoción de este modelo de belleza puede llevar a personas con normopeso a sentirse insatisfechas con su imagen corporal, especialmente durante la adolescencia, que es cuando se está desarrollando la autoestima y se tiende a seguir más las modas y a sobrevalorar los cánones de belleza.

    Esta insatisfacción con la propia imagen corporal puede llevar a la persona a obsesionarse cada vez más con su físico, cosificándose al equiparar su valía personal a la evaluación externa que hacen los demás sobre su físico, siguiendo el mensaje de los medios de comunicación “eres lo que pareces”.

    “Los medios audiovisuales nos transmiten la idea de que la presencia y el aspecto físico son lo más importante, despreciando otros valores.”

    Modelos familiares y experiencias vitales.

    Aquellas personas que durante su infancia fueron objeto de burla debido a su físico o fueron víctimas de negligencia o abuso sexual infantil son más propensas a desarrollar este trastorno. Asimismo, el sentirse presionado por la familia (p. ej. ver en la madre exceso de preocupación por el peso propio o la apariencia de sus hijos) o la pareja para cumplir con los cánones de belleza es un desencadenante bastante común de este trastorno.

    “Las burlas en la infancia por el aspecto físico pueden propiciar la aparición de este trastorno”.

    Cabe destacar que el haber fracasado en algún deporte o el haber padecido alguna enfermedad física importante también son factores de riesgo.

    Burlas o abusos durante la infancia

    Burlas o abusos durante la infancia

    Antecedentes familiares.

    Se ha encontrado que el trastorno dismórfico corporal tiene mayor incidencia entre personas cuya madre, padre o hermanos padecen este trastorno o el trastorno obsesivo-compulsivo.

    Desarrollo físico.

    Los cambios físicos durante la pubertad o la menopausia pueden alterar la imagen corporal y, por consiguiente, cómo se siente uno frente a ella. El rápido aumento de peso también puede suponer un factor de vulnerabilidad.

    Personalidad.

    El temperamento ansioso, el perfeccionismo, la autoexigencia, la timidez, la necesidad de aprobación social y la baja autoestima guardan una estrecha relación con este trastorno.

    Problemas psicológicos concomitantes.

    La depresión y la ansiedad parecen aumentar el riesgo de desarrollar o desencadenar el trastorno dismórfico corporal.

    Pautas para promover una imagen corporal saludable en niños y adolescentes.

    A continuación, se ofrecen algunas pautas que pueden ayudar a crear una imagen corporal saludable, huyendo de los estereotipos del cuerpo perfecto:

    Hablar con naturalidad sobre la diversidad de cuerpos.

    Inculcar la aceptación del cuerpo hablando con naturalidad y respeto sobre la diversidad de siluetas saludables, sin caer en la crítica o la comparación constantes catalogando a las personas como “gordas” o “flacas”. También es conveniente explicar los efectos de la pubertad, momento en el que puede darse un aumento de peso como causa del desarrollo.

    Emplear un lenguaje positivo, sin bromear sobre la obesidad.

    Los niños tienden a imitar el comportamiento de los adultos y si ven que éstos bromean sobre el tema o usan sobrenombres hirientes tenderán a hacer los propio sin darse cuenta de cuán crueles pueden resultar sus palabras. Es importante educar al niño en la empatía y el respeto hacia los demás, de manera que no avergüence a nadie intencionadamente.

    Elogiar su aspecto físico y cualidades personales.

    Una imagen corporal positiva es aquella en la que se tienen en cuenta tanto los defectos como las cualidades físicas, de manera que el adolescente aprenda a integrarlas y pueda descubrir un estilo favorecedor y de su agrado.

    “Preguntarle y explicarle qué le gusta de su cuerpo, elogiando principalmente sus habilidades y logros incrementará su autoestima”.

    Asegurarse de que mantenga un estilo de vida saludable, dando ejemplo de ello.

    La dieta, las horas de sueño y el ejercicio físico son grandes aliados de la imagen corporal positiva, pues ayudan a sentirse más saludable y ágil.

    Contrarrestar los mensajes negativos de los medios de comunicación.

    En ocasiones, los medios pueden transmitir el mensaje de que sólo existe un tipo de cuerpo aceptable y que la apariencia física es lo más importante. Una forma de controlar estos mensajes es analizarlos junto al adolescente, fomentando su visión crítica sobre lo que ve y haciendo que valore a las personas por sus logros en lugar de por su aspecto físico.

    “Es importante hacer ver al adolescente que los medios audiovisuales inculcan una imagen idealizada y poco realista del cuerpo perfecto”.

    Claves para sentirse mejor con la propia imagen corporal sin cambiar el aspecto externo.

    Algunas claves que pueden ayudar a estar más conforme con la propia imagen corporal sin necesidad de tener que recurrir a cambios externos son:

    Recordar que el problema está en la forma de pensar y no en el propio cuerpo.

    Para tener una autoestima adecuada es fundamental ser amable con uno mismo y no caer en el autodesprecio. Cuando aparezcan pensamientos negativos sobre el propio cuerpo hay que tomarlos como simples “voces” y no como verdades absolutas, sin obsesionarse con ellos, sustituyéndolos por alguna frase amable como:

    “Soy mucho más que un cuerpo”.

    Tener una visión más crítica de los medios de comunicación y de los cánones de belleza cambiantes.

    En primer lugar, hay que tener en cuenta que la publicidad emplea modelos poco cercanos a la realidad para vender sus productos.

    Ideales de belleza poco realistas

    Ideales de belleza poco realistas

     

    “Si las personas aceptasen con naturalidad sus distintas características físicas, gran parte de la cosmética dejaría de consumirse”.

    Además, conviene recordar que la belleza es subjetiva, lo cual se demuestra por la propia variabilidad a lo largo del tiempo y de las distintas culturas. Por ejemplo, en 1960 se llevaba la delgadez extrema y lo andrógino o durante el Renacimiento las mujeres más bellas eran aquellas que tenían la cadera y el estómago redondeados.

    En lo que respecta a la variabilidad cultural, otras culturas tienen cánones de belleza que resultan insólitos para un occidental. Así, las mujeres padaung de Birmania usan aros de latón para alargar su cuello hasta veinticinco centímetros. Otro ejemplo, serían las adolescentes de Papúa Nueva Guinea, que estiran sus pechos para dejárselos caídos para encontrar pareja.

    No dedicarle tanto tiempo a la rutina de belleza.

    A priori, puede parecer contradictorio, pero el maquillarse más o recurrir a la cirugía no mejorará cómo se siente, ya que está centrado en lo negativo de su aspecto.Hacer una lista identificando los pensamientos, emociones y comportamientos puede ayudar a tomar conciencia de cuánto tiempo se dedica al día y las repercusiones que esto tiene en su estado de ánimo y a la hora de relacionarse con los demás.

    Valorar otros aspectos que incrementan el atractivo.

    No debemos tener en cuenta solamente las cualidades físicas a la hora de valorar nuestra imagen corporal.

    “El atractivo no sólo depende del físico, también influyen factores como la seguridad en uno mismo, la simpatía o la inteligencia”.

    Hacer una lista sobre habilidades y logros personales puede ayudar a incrementar la conciencia sobre la importancia de la personalidad, la cual es determinante para ser valorado positivamente por los demás e incrementar la autoestima.

    Aceptar y valorar el propio cuerpo.

    Ponerse frente al espejo y autoobservarse, viendo el propio cuerpo como si se tratara de un lienzo, reconociendo los defectos objetivos, pero también aquellas partes del cuerpo que más atractivas le parecen con un lenguaje positivo. Esta técnica ayuda a dejar de centrarse en lo que uno considera defectos físicos empleando únicamente el filtro de la negatividad y el rechazo a la hora de relacionarse con el propio cuerpo.

    Rodearse de personas respetuosas y que hagan que se sienta cómodo.

    Es conveniente rodearse de personas positivas que fomentan el crecimiento personal y que no juzgan a las personas basándose únicamente en su aspecto físico. También es aconsejable eliminar perfiles de las redes sociales que promueven estilos de vida superficiales y poco realistas.

    Mantener un estilo de vida saludable y aprender a relajarse.

    La dieta, el correcto descanso y el ejercicio físico pueden ser grandes aliados del bienestar físico y emocional siempre y cuando no se conviertan en motivo de obsesión. Además, aprender técnicas para reducir el estrés (como la respiración profunda o Mindfulness) puede ayudar a manejar las emociones y pensamientos negativos sobre el aspecto físico.

    Busca una vida saludable y aprende a relajarte

    Busca una vida saludable y aprende a relajarte

    Así, a través de la correcta gestión emocional se conseguirán manejar los pensamientos y las emociones relacionadas con la apariencia física, legitimando con ello la corporalidad e incrementando la autoestima, volviendo a verse como una persona valiosa y digna de ser amada y respetada.

    Referencias Bibliográficas.

    • Behar, R., Arancibia, M., Heitzer, C. y Meza, N. (2016). Trastorno dismórfico corporal: aspectos clínicos, dimensiones nosológicas y controversias con la anorexia nerviosa. Revista Médica de Chile, 144, 626-633.
    • Bonillo, M. (s. f.). Dismorfofobia o Síndrome del Espejo: Cuando al mirarme mi cerebro transforma lo que veo. Centro de Psicología Área Humana. Enlace. 
    • Giraldo-O’Meara, M y Belloch, A. (2017). El trastorno dismórfico corporal: Un problema infradiagnosticado. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, 22, 69-84.
    • Imagen corporal saludable: Consejos para orientar a las niñas. (2019). Mayo Clinic. Enlace. 
    • Imagen corporal. (s. f.). Fundación Imagen y Autoestima. Enlace. 
    • Salaberria, K., Rodríguez, S. y Cruz, S. (2007). Percepción de la imagen corporal. Osasunaz, 8, 171-183. 
    • Trastorno dismórfico corporal. (2020). Mayo Clinic. Enlace. 

     

    Autora.

    Mª Victoria Orbe Valls - Psicóloga Clínica

    Mª Victoria Orbe Valls es psicóloga general sanitaria. Está graduada en Psicología por el CES Cardenal Cisneros (Universidad Complutense de Madrid), cuenta también con los másteres de Psicología General Sanitaria (Universidad Antonio de Nebrija) y Sexología Clínica y Terapia de Parejas (Instituto Superior de Estudios Psicológicos), así como con formación en Mindfulness y grafopsicología. En la actualidad compagina su actividad como psicóloga con la divulgación científica. Es colaboradora en el Blog de Nuestro Psicólogo en Madrid.


     

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