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La fatiga pandémica: ¿Mito o realidad?

    Fatiga Pandémica

    Fatiga pandémica es un término muy en uso últimamente, aunque no todo el mundo conoce la magnitud e implicaciones de este nuevo concepto. A pesar de las restricciones impuestas para prevenir la potencial expansión del COVID-19, cada día los medios de comunicación recogen imágenes de personas que deciden saltarse las restricciones aun conociendo los riesgos y las posibles secuelas que entraña contraer la enfermedad.

    Entonces, ¿por qué la gente incumple las normas? Algunos expertos hablan de un nuevo concepto, pero no todo el mundo lo avala: la fatiga pandémica.

    Fatiga pandémica: ¿Por qué algunas personas han dejado de seguir las normas de protección?

    Entre los posibles motivos que pueden llevar al abandono de los comportamientos de protección recomendados por las autoridades sanitarias, pueden destacarse los siguientes:

    La falta de comprensión de las normas.

    Dado que la pandemia lleva presente a nivel mundial desde hace aproximadamente un año, el desconocimiento de las normas no es una de las causas que expliquen su incumplimiento. Sin embargo, el no entender por qué se adoptan las diferentes medidas o las consecuencias de saltárselas hace que la persona no las vincule con la salud, de manera que no tiene esa conciencia moral colectiva que promueve el cumplimiento de las normas como la única forma de reducir el número de casos.

    La necesidad de contacto social.

    Esto último, unido a la necesidad de contacto social propia del ser humano, puede hacer que se perciban ciertas medidas de protección más como un inconveniente que como un beneficio a largo plazo (p. ej. evitar relacionarse con las amistades). En este sentido, el hecho de que los comercios y locales de restauración y ocio continúen abiertos con cierta normalidad puede llegar a interpretarse como que no existe ningún peligro por acudir.

    No haber vivido las consecuencias de la enfermedad.

    Por otra parte, el no haber visto los graves efectos del virus en algún allegado, el no haber enfermado a pesar de haber incumplido ciertas recomendaciones o el haber pasado la enfermedad de manera asintomática puede llevar tener una percepción falsa de la gravedad de la enfermedad y a relajarse en el cumplimiento de las normas. De hecho, un estudio del Instituto de Salud Carlos III ha recogido que actualmente sólo el 36% de los ciudadanos consideran que las consecuencias del contagio pueden ser graves o muy graves (frente al 43% de julio).

    La llegada de la vacuna.

    Cabe destacar que la inminente vacuna contra el COVID-19 podría provocar un efecto paradójico: que los ciudadanos descuiden las medidas de protección al creer que el fin de la pandemia está cerca. Este error puede poner muchas vidas en riesgo y más teniendo en cuenta las características de la nueva cepa, por lo que es importante que tanto los medios de comunicación como los estamentos gubernamentales recalquen la idea de que:

    “aunque la vacunación se implantará de manera progresiva, eso no significa que el peligro haya terminado”.

    Fatiga pándemica y Vacuna contra el coronavirus
    La vacuna contra el coronavirus no acaba con el peligro.

    La desconfianza hacia los organismos gubernamentales.

    Asimismo, el imponer restricciones a personas que han seguido todas las recomendaciones hace que éstas tengan la impresión de que su esfuerzo y tiempo no han repercutido en la evolución positiva de la pandemia, de manera que tienden a frustrarse y a seguir menos las recomendaciones. Evidentemente, la desconfianza y el descrédito hacia las políticas sanitarias debido a la falta de unificación de los criterios sanitarios también influye en la adherencia, reduciéndola al culpabilizar a ciertos sectores de la sociedad en lugar de velar por la solidaridad colectiva.

    En este sentido, debe hacerse especial hincapié en el papel fundamental del Gobierno, pues la susceptibilidad percibida y la percepción de la gravedad depende principalmente de la información proporcionada por el mismo, lo que afecta gravemente a la adherencia a las medidas de protección. Por ello, además de transmitir la información de forma clara y transparente, es importante que tenga en cuenta que el descrédito, la desafección y la fatiga pandémica pueden llevar a mostrarse laxo en el cumplimiento de las normas debido a que uno toma las decisiones guiándose por la emoción del momento, actuando de manera irreflexiva e individualista.

    ¿Qué es la fatiga pandémica y cuáles son sus síntomas?

    Al principio de la pandemia, el temor al coronavirus provocó que la ciudadanía redujera sus salidas al mínimo posible, incrementándose las compras por internet a fin evitar las masificaciones. Al llegar a casa, muchas personas limpiaban los comestibles tras cambiarse de ropa e incluso se duchaban.

    Aunque ahora hay más información acerca de los medios de contagio y las reglas de la nueva normalidad no son las mismas que las del primer estado de alarma, es evidente que hay personas que están atravesado un periodo de tristeza debido a la acumulación de estrés y a la desesperanza respecto a la pérdida de hábitos a los que todavía no han podido volver. Dicho duelo muchas veces se transforma en “estar quemado” y cuestionarse las medidas de protección.

    Concepto de fatiga pandémica.

    Ante estos hechos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha considerado que:

    “la fatiga pandémica es una desmotivación gradual para seguir las recomendaciones de protección para reducir la transmisión del coronavirus”.

    Dicho concepto define una sensación de cansancio, apatía y desesperanza ante la situación actual. Además, a esta sensación de agotamiento físico y mental hay que sumarle el miedo y el sentimiento de indefensión ante el contagio, con los trastornos que ello puede acarrear. De esta manera, la fatiga pandémica se caracteriza por los siguientes síntomas:

    • Cansancio mental y falta de concentración.
    • Sensación de indefensión.
    • Irritabilidad y frustración.
    • Pensamientos negativos y ansiógenos.
    • Trastornos del sueño o del apetito.
    • Aislamiento.
    Fatiga pandémica y Agotamiento por el coronavirus
    Agotamiento, cansancio y apatía ante la pandemia por coronavirus.

    Todos estos síntomas se deben no sólo al miedo al contagio sostenido en el tiempo, sino a todo lo que ha conllevado y sigue suponiendo la pandemia: mayor aislamiento social, estrés debido a la implantación del teletrabajo o por la pérdida del empleo, reducción de libertad y, lo más importante, el fallecimiento de seres queridos.

    “Alrededor del 60% de la población europea padece una sensación de fatiga emocional ante esta situación de incertidumbre”.

    Las consecuencias de la fatiga pandémica a largo plazo.

    Este malestar y desmotivación suele conducir a descuidar progresivamente los comportamientos de protección recomendados. Además, este agotamiento físico y mental debido a la preocupación y a la ansiedad que supone enfrentarse cada día con la enfermedad ha llevado a los expertos a considerar que esta tercera ola traerá mayores consecuencias psicológicas, pues la gente no sólo está más cansada de este nuevo estilo de vida y de sentirse en riesgo, sino que se encuentra desesperanzada respecto a cuándo se va a solucionar esta situación y las repercusiones económicas y sociales que ha ocasionado esta crisis sanitaria.

    Esto se debe a que, si bien el estrés moderado ayuda a lograr metas que de otra manera podrían no alcanzarse, cuando uno está sometido a gran cantidad de estrés durante un tiempo prolongado, el organismo se cansa y se debilita, comenzando a sufrir problemas de salud psicológica como ansiedad o depresión. Dichos problemas surgen a raíz del cansancio unido a la desesperanza y al hastío respecto a la situación, pues se vive pensando continuamente en la vida sin las medidas restrictivas, pero:

    “como ese futuro no termina de llegar, la tristeza y la desmotivación terminan afectando a la salud física y mental”.

    El concepto de fatiga pandémica cuestionada por expertos.

    Desde un primer momento, algunos gobiernos han actuado como si la población no fuera a ser capaz de asumir las medidas de la nueva normalidad y fuera a ser incapaz de soportar las restricciones durante mucho tiempo. Partiendo de esta concepción tan débil de la voluntad humana, algunos gobiernos cometieron el error de retrasar la aplicación de medidas de confinamiento.

    No obstante, si hay algo que ha demostrado la pandemia es que la fatiga conductual no es un fenómeno generalizado, sino que las personas tienen determinación y voluntad, pues han incorporado las nuevas reglas a su cotidianidad. Por ello, la psicóloga social Susan Michael teme que psicologicen la pandemia, ya que:

    “retratar a las personas como débiles puede emplearse para explicar unos contagios cuando su causa se debe fundamentalmente a las políticas gubernamentales”.

    Desconfianza gubernamental
    La desconfianza gubernamental influye en el abandono de las medidas.

    Esto unido a que existen otros factores como la desconfianza hacia la actual gestión sanitaria, un nivel adquisitivo cada vez menor o la motivación personal (p. ej. para no mantener la distancia de seguridad con una persona no conviviente), los cuales influyen fuertemente en la adherencia a las medidas sanitarias, ha hecho que algunos expertos consideren que este término es insuficiente y, por ende, que no sirve para proporcionar soluciones reales. Sin embargo, el conocer cómo esta fatiga se da por la angustia resultante de la exposición prolongada a situaciones aversivas puede ayudar a plantear una serie de políticas dirigidas a maximizar la adherencia teniendo en cuenta la repercusión a nivel motivacional y emocional de esta situación sostenida.

    Por ello, la OMS ha acuñado este nuevo término, a fin de reconocer esta respuesta natural y esperable ante una crisis de salud pública prolongada, especialmente de esta gravedad y magnitud, la cual ha exigido implementar medidas invasivas sin precedentes en toda la población.

    ¿Qué medidas de protección se han reducido más con el paso del tiempo?

    Con la llegada de Año Nuevo, los medios de comunicación han expuesto numerosos casos en los que la población se ha saltado las restricciones llegando a hacer fiestas de incluso varios días de duración. Si bien al principio de la pandemia esto era una conducta impensable, conforme ha ido pasando el tiempo la población ha modificado sus conductas de protección y de riesgo.

    Por ejemplo, según un estudio del Instituto de Salud de Carlos III, actualmente se ha reducido la frecuencia de búsqueda de información sobre la enfermedad, especialmente entre los menores de edad, las personas con un menor nivel de estudios y aquellos no convivientes con niños.

    Las diferencias según la edad.

    En un estudio de la Universidad del Sur de California (USC) aparecen reflejadas estas diferencias por tramos de edad. En marzo, las personas mayores no se diferenciaban de las jóvenes respecto a su grado de compromiso en medidas como usar mascarilla, lavarse las manos con mayor frecuencia, cancelar actividades personales y sociales, evitar a las personas de alto riesgo o lugares públicos y comer en restaurantes.

    Sin embargo, según este mismo estudio, a partir de mayo, las personas mayores tendían a implementar más estos comportamientos que los jóvenes. Respecto al resto de cambios conductuales (lavarse las manos, guardar la distancia de seguridad, evitar reuniones sociales y no tocarse ojos, nariz y boca con las manos sucias), todos se redujeron con el paso del tiempo, excepto el uso de mascarilla y la ventilación de lugares cerrados. De esta manera, aunque las personas mayores fueron menos propensas a tener un contacto estrecho con personas ajenas a su entorno de confianza:

    “a medida que avanzaba la pandemia se reanudaron los comportamientos sociales potencialmente peligrosos”.

    Abandono de las normas de protección
    Se abandonan las medidas de protección al avanzar la pandemia.

    Por ello, en un próximo artículo, se profundizará en las estrategias individuales y psicosociales que, unidas a las políticas sanitarias, pueden servir para combatir la fatiga pandémica.

    Referencias Bibliográficas.

    • Albalá, A. (2020). La ‘fatiga pandémica’ cala entre los españoles: “No puede ser la excusa para incumplir las normas o bajar la guardia”. 20 Minutos. Enlace.  
    • Lorenzelli, L. (2020). La fatiga pandémica es real: un estudio explica cómo ha cambiado nuestro comportamiento en estos meses. Infosalus. Enlace.
    • Maddock, J. (2020). Coronavirus: cómo identificar la fatiga por pandemia y tratar de combatirla. BBC News. Enlace.
    • Moret, X. (2020). La ‘fatiga pandémica’ reduce el miedo a la gravedad de un contagio y la confianza en la vacuna. Valencia Plaza. Enlace.
    • Qué es la fatiga pandémica y por qué pone en riesgo las estrategias de prevención. (2020). Infobae. Enlace.
    • Salas, J. (2020). La fatiga pandémica, discutida por los expertos y usada para culpar a la gente por la segunda ola. El País. Enlace.
    • Varea, R. (2020). Qué es y cómo combatir la fatiga pandémica. Consumer. Enlace.

     

    Autora.

    Mª Victoria Orbe Valls - Psicóloga Clínica

    Mª Victoria Orbe Valls es psicóloga general sanitaria. Está graduada en Psicología por el CES Cardenal Cisneros (Universidad Complutense de Madrid), cuenta también con los másteres de Psicología General Sanitaria (Universidad Antonio de Nebrija) y Sexología Clínica y Terapia de Parejas (Instituto Superior de Estudios Psicológicos), así como con formación en Mindfulness y grafopsicología. En la actualidad compagina su actividad como psicóloga con la divulgación científica. Es colaboradora en este Blog y psicoterapeuta en Nuestro Psicólogo en Madrid.


     

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