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Fobias Simples: Causas. Tratamiento. Fobias más comunes.

    Fobias Simples. Causas y Tratamiento

    En el capítulo anterior, vimos el concepto de fobias específicas, también llamadas fobias simples. Analizamos sus síntomas, sus tipos y clasificación. Así mismo, vimos algunas de las fobias simples más frecuentes. Ahora completaremos la revisión de este trastorno de Ansiedad.

    Fobias simples. Otras fobias comunes.

    En este capítulo veremos algunas fobias simples que son frecuentes, pero que por falta de espacio no pudimos abordar en el capítulo anterior.  Analizaremos las causas que con más frecuencia están involucradas en su origen. Finalmente hablaremos sobre el tratamiento de las fobias simples o específicas.

    En el anterior artículo sobre las fobias simples analizamos las fobias a las arañas, las serpientes, los espacios cerrados, las tormentas, las agujas y las alturas. Ahora veremos algunas más.

    Fobias de impulsión.

    Entendemos por fobias de impulsión el temor irracional a perder el control de los impulsos y hacerse daño a sí mismo u a otras personas. El enfermo con fobia de impulsión puede temer arrojarse por un balcón o tirarse al paso del metro. Una madre con fobia de impulsión puede tener miedo a dejar caer a su bebé.

    Aunque las citamos junto con el resto de las fobias simples, esta patología debe ser incluida en el grupo de trastornos obsesivos compulsivos. Las ideas y temores del sujeto son pensamientos obsesivos, que se alojan en su mente contra su voluntad. Estos pensamientos aparecen de forma constante y reiterada. Aunque el sujeto lucha contra ellos no puede evitar que se abran paso y por lo tanto siente temor o ansiedad. 

    El origen de la fobia impulsiva suele ser el conocimiento a través de otra persona o de los medios de comunicación de un suceso terrible y traumático: alguien se ha tirado a un tren, una madre ha ahogado a su bebé. El sujeto que oye la noticia piensa que eso mismo le puede suceder a él. “Si a alguien le ha ocurrido, también me puede pasar a mí”. En ese momento el sujeto confunde “lo posible” con “lo probable”. En la vida es posible que a alguien le toque un premio en la bonoloto. Sin embargo, en la realidad es muy poco probable que me toque a mí.

    El sujeto con fobia impulsiva no razona la probabilidad del suceso. Simplemente se aterroriza de pensar que él puede hacer algún acto horrible. Muchas veces estos pensamientos obsesivos determinan rituales o comportamientos compulsivos. Mediante estos rituales intenta neutralizar la angustia que siente.

    Fobia dental o Dentofobia.

    La dentofobia, odontofobia o fobia dental es el miedo exagerado e irracional a los dentistas y a los consultorios odontológicos. Aunque parezca ridículo el miedo o fobia dental es mucho más frecuente de lo que se cree. El paciente con fobia dental, evita a toda costa ir al dentista. Cuando lo hace es obligado por una situación de grave riesgo de su salud.

    El desarrollo de este trastorno, al igual que otras fobias simples, puede estar condicionado tanto por una experiencia traumática con odontólogos en la infancia, como por conductas aprendidas de padres con esta patología.

    Odontofobia o fobia a los dentistas

    Odontofobia o fobia a los dentistas.

    Fobia a la sangre o hematofobia.

    La fobia a la sangre o la visión de heridas se denomina hematofobia. Está íntimamente ligada a la fobia a las agujas o tripanofobia. Estas dos fobias simples aparecen en las mismas actividades (actos médicos, laboratorios, extracción de sangre) y comparten el mismo mecanismo fisiopatológico.

    La fobia origina una brusca descarga vasovagal. La consecuencia inmediata es la aparición de taquicardia, hipotensión, sudoración, caída al suelo y una más que probable pérdida de conocimiento. El cuadro suele ser fulgurante y sin apenas tiempo de reacción, ni para el que lo sufre ni para los acompañantes.

    La hematofobia es una de las fobias, cuyo origen parece más determinado por la carga genética, que por los estímulos ambientales. Así, los estudios experimentales han observado que la hematofobia es mucho más frecuente cuando alguno de los familiares del sujeto ha padecido también este trastorno fóbico.

    Fobia a la oscuridad o Nictofobia.

    El miedo a la oscuridad o la noche se denomina nictofobia. Es muy común en la infancia el miedo a la oscuridad. Los niños en su desarrollo evolutivo empiezan a experimentar miedo a la oscuridad a partir de los dos años. Sin embargo, en la nictofobia, este miedo es exagerado,  irracional y altera la vida del sujeto.

    El paciente con nictofobia no tiene miedo a la noche o la oscuridad. Su temor está provocado por los objetos, situaciones o personas que pueden quedar ocultos en la oscuridad y no puede ver. Ante la oscuridad la fantasía del nictófobo se desborda y se imagina toda clase de escenas terroríficas.

    Aunque diferentes autores, como Freud, han propuesto teorías para explicar la nictofobia, o la búsqueda de sustancias responsables del cuadro, lo más probable es que sea una fobia de tipo evolutivo al igual que otras fobias simples, como la aracnofobia o la ofidiofobia. La visión nocturna nunca  ha sido una cualidad de la especie humana. Nuestros antepasados de las cavernas, por la noche, en la oscuridad, estaban en franca desventaja frente a felinos y otros depredadores con una agudeza visual nocturna muy acentuada. Este temor ancestral se ha perpetuado y lo albergamos en nuestra carga genética.

    Nictofobia o miedo a la oscuridad

    Nictofobia o miedo a la oscuridad.

    Fobia a los pájaros o a las aves (Ornitofobia).

    El temor exagerado, irracional y persistente a las aves, es bastante frecuente. El temor patológico en otras ocasiones, se centra sólo en aquellas aves que sentimos como amenazantes. Se incluirían aquí las aves rapaces: águila, buitre, halcones, lechuzas o búhos. En otros casos afecta a las aves más cercanas, como pueden ser las aves de corral (gallinas y pollos). En este último caso, hablamos de alekterofobia. Suele ser debida a la creencia supersticiosa de que las gallinas son animales dañinos, siempre dispuestos para picar y hacer daño al hombre. En algunos casos más severos la alekterofobia puede incluir el temor patológico a los huevos de las gallinas.

    La ornitofobia, al igual que otras zoofobias, aparece con más frecuencia en mujeres. Su intensidad puede ser muy variable, desde los casos más leves, donde los pájaros solamente producen incomodidad, hasta los más severos donde la presencia de las aves puede desencadenar un ataque de pánico. Como tantas otras fobias simples su origen parece condicionado por sucesos traumáticos infantiles en relación con pájaros u otras aves.

    Fobia escolar.

    La fobia escolar es un trastorno heterogéneo donde se mezclan diversas patologías. Lo podemos definir como la actitud del niño que no puede ir al colegio debido a un temor patológico e irracional relacionado con las actividades escolares.

    Este miedo a ir al colegio origina una ansiedad anticipatoria que puede aparecer al acostarse por la noche o al levantarse para ir a clase. Puede acompañarse de toda clase de síntomas derivados de la ansiedad. En algunas ocasiones el niño puede expresar con claridad el motivo que origina su temor. En otros muchos casos no encuentra una justificación adecuada para explicar su ansiedad.

    Puede llegar a afectar a un 4% de la población general. Debe diferenciarse de los casos en que el niño no quiere ir a clase e inventa toda tipo de excusas. También debe diferenciarse de la ansiedad de separación. En estos casos la ansiedad viene originada por tener que separarse de la madre o de su cuidador habitual. No es raro que coexistan al mismo tiempo fobia escolar y ansiedad por separación.

    Fobia a volar en avión o Aerofobia.

    La aerofobia es el miedo irracional a volar o más específicamente a volar en avión. Suele estar muy relacionada y a veces puede confundirse con otras fobias simples como la claustrofobia, por el temor a sentirse encerrado dentro del avión, o con la acrofobia que es el miedo a las alturas.

    Quedaría por lo tanto reservado este término para las personas que presentan un miedo exagerado ante el hecho de tener que subir a un avión. En estas personas el temor inicial es la firme convicción de que el aparato va a tener un accidente y se va a estrellar. No es por tanto la sensación claustrofóbica o el miedo a la altura lo que predomina, sino la sensación de catástrofe inminente.

    Puede ser una fobia, tremendamente limitante, sobre todo en personas que por su profesión deben viajar continuamente.

    Aerofobia o Fobia a volar

    Aerofobia o fobia a volar.

    Fobia a los agujeros o Tripofobia.

    La fobia o miedo patológico a los agujeros se denomina tripofobia. Es una fobia reciente, muy ligada a la difusión de imágenes por internet. En realidad el objeto fóbico, no es un agujero, sino un patrón repetitivo de pequeños agujeros agrupados. Quizás la imagen más parecida podría ser la de un panal de abejas, con minúsculos agujeros o figuras geométricas agrupadas.

    Esta fobia es tan reciente que ni siquiera aparece tipificada como trastorno fóbico en el DSM-5. Recordemos a este respecto, que para que un miedo irracional sea considerado como fobia debe:

    – Producir una ansiedad significativa.

    – O bien alterar de forma importante la vida del sujeto.

    No hay constancia de que esto ocurra en la mayoría de casos de tripofobia.

    No deja de ser curioso, que casi un 20% de la población, sufra con mayor o menor intensidad, una aversión o profundo asco ante la visión de objetos con las características descritas. Este fenómeno empezó a ser conocido a partir de 2005. En este año los trabajos de dos psicólogos americanos fueron publicados en la revista  “Psychological Science”.

    Cole y Wilkins, profesores de la Universidad de Essex, realizaron algunos curiosos experimentos. En ellos mostraban a distintas personas, 286 objetos, cubiertos por pequeños agujeros agrupados. Ante esta visión, algo más de una de cada seis personas sentía incomodidad, malestar, rechazo y en algunos casos hasta naúseas.

    Tripofobias. Posibles causas.

    Las teorías al respecto abogan por el parecido de estos patrones geométricos con la piel de algunos reptiles y anfibios venenosos. Para confirmar esta hipótesis se monitorizó la actividad cerebral de sujetos con tripofobia. Mientras observaban imágenes de serpientes se registraban sus ondas cerebrales. A la vista de los reptiles las señales cerebrales se dispararon de forma muy significativa.

    Esto podría confirmar, lo ya señalado en el orgen de la fobia a las serpientes: la existencia de una conexión retina – tálamo – amígdala que dispararía señales de alerta ante patrones que recuerdan de alguna forma a los reptiles.

    Otros estudios apuntan a que la visión de los agujeros agrupados, puede evocar imágenes de enfermedades orgánicas con gran deterioro físico. Ambas hipótesis podrían ser perfectamente complementarias. Responderían  a formas de conducta adquiridos a lo largo de la evolución humana. Actuarían como mecanismos defensivos ante los reptiles venenosos o enfermedades posiblemente contagiosas.

    Tripofobia o fobia a los agujeros

    Tripofobia o fobia a los agujeros.

    Fobia a los perros o Cinofobia.

    Que el perro es el mejor amigo del hombre parece un hecho confirmado. Sin embargo muchas personas, ante la visión de un perro, aunque se trate de un diminuto chihuahua, son presas del pánico y huyen despavoridas.

    Estudios psicológicos realizados en la Universidad de Valencia pusieron de relieve que una de cada diez personas, tienen un miedo patológico, no justificado, ante la visión de un perro. Insistimos, al igual que en el caso de la tripofobia, en que para considerar a este temor a los perros como fobia, debe ser muy intenso o alterar la vida del sujeto. Aun así, estos datos hacen pensar que estamos ante un trastorno muy frecuente.

    El sujeto con verdadera cinofobia, no solamente tiene miedo y una ansiedad patológica al encontrarse con un perro. El sólo hecho de pensar en esta posibilidad le produce una sintomatología de miedo y angustia. En los casos extremos puede llegar a desembocar en ataques de pánico. 

    El origen de esta fobia, puede estar motivada por la mordedura de un perro en la infancia. O bien, por relatos sobre perros feroces, escuchados a familiares o amigos. La visión de películas donde los perros aparecen como violentos y agresivos animales, puede condicionar la aparición de esta fobia en personas sensibles y predispuestas.

    Fobia a los gatos o Ailurofobia.

    La fobia a los gatos se conoce como ailurofobia o elurofobia. Se trata de un miedo intenso, persistente, irracional e injustificado ante la presencia de un gato. Aunque no es raro encontrarse personas con este trastorno, es bastante menos frecuente que la fobia a los perros.

    En su origen pueden influir vivencias infantiles traumáticas, pero en el caso de los gatos se relaciona más con tradiciones heredadas desde la antigüedad. Los gatos han sido considerados animales misteriosos. 

    Para los egipcios los gatos tenían la consideración de un semi Dios. Estaban bajo la tutela del faraón y matar o lastimar un gato estaba penado con la muerte. En la Edad Media se relacionaban directamente con el diablo, las brujas y rituales satánicos, en especial los gatos negros.

    Hay personas que creen en el poder de los gatos para predecir el tiempo. No son pocos los que piensan que ver un gato negro es un mal augurio. Quizás debido a esto, la fobia en muchos casos se circunscribe a los gatos negros.

    Los síntomas de la ailurofobia son los mismos de otras zoofobias. Cursan con miedo intenso y una variedad de síntomas, relacionados con la ansiedad provocada por el desafortunado encuentro con el felino.

    Ailurofobia o fobia a los gatos

    Ailurofobia o fobia a los gatos.

    Fobia a los insectos o entomofobia.

    Cuatro zoofobias suman más del 50% de los casos de trastornos fóbicos: el miedo a las serpientes, a las arañas, a los pájaros y a los insectos. Conozcamos algunos detalles de esta última.

    La entomofobia es un trastorno muy común, por la gran cantidad y variedad de insectos existentes. Debido a esto, los casos severos pueden condicionar de forma importante la vida del paciente fóbico, pues es difícil encontrar lugares, que le aseguren la inexistencia de insectos. Una forma particular de la entomofobia es el miedo patológico a las abejas o apifobia.

    Un sujeto con entomofobia no practicará deportes al aire libre. Tampoco hará excursiones ni paseará por el campo. Se cuidará mucho de tener flores en su jardín. Vivirá todo el día pendiente de la presencia de cualquier insecto que le sobrevuele y su vida estará muy limitada. No es raro que la entomofobia se asocie con otras fobias simples. En concreto es frecuente la asociación con la aracnofobia y la fobia a los gusanos.

    Fobia a las cucarachas o Blatofobia.

    Las cucarachas son uno de los animales que ocupan el ranking de repugnancia para gran parte de la población. Pasan también por ser la especie con más capacidad de supervivencia. Ya existían en la época del Tyranosaurus Rex. Según apuntan los expertos sería probablemente la única especie que sobreviviría tras una catástrofe nuclear.

    El miedo patológico a las cucarachas, está muy emparentado con la fobia a las arañas y a los insectos. Sin embargo, al contrario que las arañas, cuyo temor puede estar justificado por la existencia de especies sumamente venenosas, en el caso de la cucaracha el sentimiento predominante es el asco.

    El blatofóbico no puede estar cerca de una cucaracha. Pese a saber que su presencia no conlleva ningún peligro, se siente invadido por una profunda repugnancia. Es habitual que reaccione con sobresalto ante la presencia de estos animales.

    Blatofobia o fobia a las cucarachas

    Blatofobia o fobia a las cucarachas.

    Fobia a los payasos o Coulrofobia.

    Una de las fobias más peculiares es el miedo patológico a los payasos y a los mimos. Es una fobia de comienzo precoz. Suele generarse en la infancia, pero puede mantenerse en el tiempo y durar hasta la edad adulta.

    En contra de lo que pudiera parecer, el temor a los payasos ha sido corroborado por la ciencia. Un estudio realizado en Inglaterra en 2008 puso en entredicho la imagen de amabilidad de mimos y payasos. En la Universidad de Sheffield se realizó un experimento para decorar las paredes de un hospital pediátrico con motivos alegres del gusto de los niños.

    Tras analizar el comportamiento de 250 niños, de edades variables, ante las distintas opciones decorativas, un hecho resultó revelador: La antipatía por las imágenes de payasos fue el denominador común en todas las edades.

    No parece fácil interpretar este hecho, pero los psicólogos han encontrado una teoría, que podría dar una explicación a este fenómeno. La cara del payaso está oculta tras un maquillaje que dibuja unas facciones desproporcionadas. Este hecho de no poder conocer lo que oculta el maquillaje produce una cierta desazón. Los autores del estudio lo calificaron como “familiaridad indefinida”.

    Teorías sobre la Coulrofobia.

    Este fenómeno no es nuevo ni mucho menos. A principios del siglo XX, Sigmund Freud ya hablaba de la “disonancia cognitiva”. Se trata de un fenómeno que provoca inquietud, temor o rechazo, ante situaciones conocidas pero a la vez inusuales y contradictorias.

    El fenómeno de la disonancia cognitiva explicaría el miedo a los payasos. Una sonrisa es agradable. Una cara que sonríe durante todo el tiempo, es algo poco natural. Puede resultar inquietante y llegar a producir miedo.

    Aunque mucho más reciente, algunos personajes de cine como el Joker de Batman (Jack Nicholson) o el payaso televisivo de la serie “It” de Stephen King, no han contribuido precisamente a mejorar el aprecio por los payasos.

    En los últimos años ha aparecido la moda de los “creepy clowns”. Estos son personas que se disfrazan de payasos, se quedan inmóviles y asustan a los paseantes. Con esta actitud, no están, desde luego ayudando a luchar contra la coulrofobia.

    Coulrofobia o fobia a los payasos

    Coulrofobia o fobia a los payasos.

    Tratamiento.

    El objetivo del tratamiento es que el sujeto con una fobia simple, pueda realizar las tareas cotidianas de su vida normal, sin verse alterado por el temor que le origina el objeto fóbico. El éxito o fracaso del mismo suele venir condicionado por la gravedad de la fobia.

    Hasta mediados del siglo pasado el psicoanálisis era la única psicoterapia usada en las fobias específicas. En 1958, a partir de la obra de Josep Wolpe, se empezó a emplear la llamada terapia de conducta que en sus distintas modalidades, siempre implica un cierto grado de exposición a la situación fóbica.

    Se incluyen las terapias de exposición (en vivo o mediante imágenes), las terapias cognitivo conductuales y la realidad virtual. Aproximadamente un 80% de los pacientes se puede beneficiar de los resultados de la psicoterapia.

    Al contrario que en otros trastornos de ansiedad, donde la farmacología es el primer escalón en el tratamiento, en el caso de las fobias, los medicamentos son solamente un complemento secundario. Se han utilizado los betabloqueantes como el propanolol y los ansiolíticos (benzodiazepinas) así como los ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina), pero no existe un criterio unánime para decidir el fármaco de elección.


    Referencias bibliográficas.

    Tripofobia – Viviendobien.net

    Fobia a los insectos – GuiaPsicología.com

    Fobia a los perros – Psicología y Mente

    Blatofobia o Fobia a las cucarachas – Lifeder.com

    Fobia escolar – AEPED

    Fobia a los payasos – Tendencias 21

    Nictofobia – Wikipedia

    Fobias impulsivas – Área Humana


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