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La contratransferencia en psicoanálisis. Concepto y evolución histórica.

    La contratransferencia en psicoanálisis

    Concepto de contratransferencia.

    En este artículo vamos a hablar sobre la contratransferencia. En una entrada anterior del blog tratamos el tema de la transferencia. Allí, vimos un planteamiento inicial, en el que se pensaba que el paciente llegaba a la sesión con una transferencia establecida. Luego se pasó a una concepción más compleja. En ella, también había que tener en cuenta qué comportamientos del analista activaban determinadas formas de transferencia.

    En este artículo vamos a ver la otra cara de la moneda: la contratransferencia. Analizaremos la carga transferencial que el analista proyecta sobre el paciente. Al mismo tiempo veremos qué actitudes o comportamientos del paciente satisfacen los deseos del terapeuta.

    Así mismo sopesaremos qué tipo de reacciones provocan en el terapeuta los distintos comportamientos de los pacientes. Como vemos, lo que ocurre dentro la sesión es un auténtico flujo bidireccional de sentimientos, emociones y deseos. Todo esto da al encuentro un carácter totalmente dinámico.

    Podemos definir la contratransferencia como:

    el conjunto de sentimientos, de deseos, de angustias, de defensas y de fantasías que se movilizan en un terapeuta en el encuentro con su paciente. Es casi la misma definición que cuando hablamos de transferencia. Algunos de hecho prefieren hablar de transferencias cruzadas”. (Bleichmar, H. 2014).

    La contratransferencia para Freud.

    La contratransferencia fue mencionada por Freud por primera vez en el artículo titulado “Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalista”. Fue leído en el II Congreso Internacional de Nuremberg de 1910. Freud consideraba la contratransferencia como uno de los componentes a nivel técnico, sobre los que se basaría el progreso de la terapia psicoanalítica. Freud define la contratransferencia en función del paciente analizado como:

    una respuesta emocional del analista ante los estímulos que provienen del paciente, como el resultado de la influencia del analizado sobre los sentimientos inconscientes del médico.” (Etchegoyen, H. 2004).

    Es decir, para Freud, la transferencia sería la proyección que, sobre el paciente, realiza el psicoanalista a partir de sus experiencias pasadas, de manera inconsciente. Sigmund Freud manifestó la importancia de que el psicoanalista reconociera que su propio inconsciente, como consecuencia de la contratransferencia, puede tomar las riendas de la relación terapéutica. No reconocer este hecho puede conllevar un mal curso de la terapia. Por esto el desenlace final puede ser la interrupción de la terapia.

    Para Freud la contratransferencia era un obstáculo
    Para Freud la contratransferencia era un obstáculo al progreso de la terapia.

    La contratransferencia como un obstáculo a la terapia.

    Para Freud la contratransferencia era un obstáculo. Era algo que el analista tenía que superar para ayudar al paciente a superar sus represiones. El planteamiento esquemático que Freud hacía de la transferencia era el siguiente:

    1. Los pacientes no pueden admitir en su conciencia determinados temas que tienen reprimidos.
    2. Es misión del terapeuta analizar las resistencias y hacer conscientes los materiales psíquicos reprimidos.
    3. Si el terapeuta tiene materiales inconscientes reprimidos, su pensamiento y capacidad de análisis en determinados temas estará limitado por sus propias represiones.
    4. Cuando esto ocurre, será incapaz de dejar fluir y analizar las asociaciones del paciente, debido a su propia represión.
    5. A mayor represión de contenidos psíquicos en el analista, habrá una mayor limitación en su capacidad de análisis. Esto dañará en mayor grado el progreso de la terapia.

    Es inevitable que el terapeuta, en cuanto ser humano corriente, tenga sus propios rasgos neuróticos. Dicho esto, es misión ineludible del analista tratar de conocer y superar estos rasgos para

    poder pensar lo que el paciente no puede pensar, para poder llenar los huecos en el impulso del paciente, para poder completar todo lo que el paciente no puede. Si el terapeuta es vergonzoso no podrá encarar ciertos temas. Cuando es temeroso no podrá confrontar a un paciente con rasgos paranoides. Si es narcisista no podrá tolerar que sus planteamientos sean cuestionados por el paciente”. (Bleichmar, H. 2014)

    Autoanálisis y análisis didáctico.

    Freud comprendió muy pronto que los rasgos neuróticos del analista constituyen un serio obstáculo para conseguir una labor terapéutica efectiva. Así, la contratransferencia para Freud surge de una condición neurótica por parte del analista, que limita la acción curativa. En un primer momento, Freud planteó el autoanálisis como la herramienta ideal para superar las limitaciones del analista. Más a tarde en 1904, a propuesta de Jung se planteó sustituir el autoanálisis por el análisis didáctico.

    Para Freud el analista ideal era una persona absolutamente neutra en la terapia. No debía sentirse perturbado por sus conflictos. Debía tener una mente abierta, libre y preparada para acompañar al paciente sin represiones por los diversos temas planteados en el análisis.

    Esta concepción de la contratransferencia fue bien acogida por la comunidad científica. Así, se mantuvo vigente durante 50 años. Ahora bien, conllevaba una seria limitación que afectaba a la calidad de las publicaciones científicas. Si la contratransferencia era producto de la neurosis del terapeuta, ¿qué analista iba a publicitar sus rasgos neuróticos en una comunicación internacional? Evidentemente ninguno. Las publicaciones bibliográficas de la época hablaban sobre los sentimientos del paciente, pero obviaban de forma sistemática lo que sentía el analista. Quizás, Ferenczy, sea la excepción a esta regla. Por otro lado, esta concepción teórica de la contratransferencia tenía un riego no desdeñable: el peligro de ruptura.

    Carl Gustav Jung propuso a Freud el análisis didáctico
    Carl Gustav Jung propuso a Freud realizar el análisis didáctico.

    La contratransferencia para Racker y Heimann.

    Los primeros cuestionamientos a esta concepción freudiana de la contratransferencia empezaron a surgir en la década de los años 50. Empezaron a surgir voces discrepantes con la teoría ortodoxa. La mayoría de los autores están de acuerdo en considerar como precursores de este movimiento a dos psicoanalistas: Heinrich Racker y Paula Heimann.

    Estos dos autores trabajaban de forma independiente, en países distintos, pero llegaron a conclusiones muy parecidas. Publicaron sus trabajos de investigación en la misma época. Ambos consideraron que lo que el analista sentía era un indicador útil, que permitía detectar lo qué le pasaba al paciente.

    Heinrich Racker.

    Heinrich Racker nació en Polonia en 1910. A los cuatro años de edad su familia emigró a Viena, donde se instalaron. Allí, Racker vivió hasta 1939 en qué, acosado por el nazismo, se vio obligado a huir a Argentina. Allí instaló su residencia en Buenos Aires. Murió de forma prematura, cuando sólo tenía 50 años de edad.

    Fue un hombre polifacético, que destacó en numerosas áreas. Fue un eminente psicoanalista y un gran clínico. Destacó además en la música, como un excelente pianista.

    La idea que subyace en el pensamiento de Racker es: si el analista en la terapia se siente mal es porque el paciente también se siente mal y se ve obligado a descalificar al analista, como una forma de sacarse el malestar.

    De esta forma, si el analista está conectado y pendiente de sus propios sentimientos, entonces, estos sentimientos son un excelente instrumento que le permiten tener un indicador indirecto de lo que le ocurre al paciente.

    Racker consideró que la parte neurótica de la contratransferencia es la que perturba el trabajo del analista. Por lo tanto impide alcanzar el bienestar del paciente. Cada analista sabe o intuye que no está completamente libre de dependencias infantiles, de representaciones neuróticas y de mecanismos de defensa patológicos. Racker también planteó que la contratransferencia y sus efectos han estado presentes desde los inicios del análisis y han sido ignorados en muchas ocasiones. El hecho de que antes se negara su incidencia en el análisis, no quiere decir que esto fuera realmente así.

    Heinrich Racker planteó un nuevo concepto sobre la contratransferencia
    Heinrich Racker planteó un nuevo concepto sobre la contratransferencia

    Paula Heimann.

    Paula Heimann nació en Alemania en 1899. Estudió medicina y psiquiatría. En 1927 inició en Berlín su entrenamiento psicoanalítico bajo la supervisión de Theodor Reick. Por discrepancias políticas de su marido con el gobierno nazi se vio obligada a marchar a Londres. Allí trabajó como secretaria de Melanie Klein.

    Permanecería asociada con M. Klein hasta 1949. En este año presentó en el Congreso Psicoanalítico de Zurich su trabajo “Sobre la Contratransferencia”. Esto provocó una airada respuesta de los kleinianos y la escisión de estos. En este trabajo Heimann aporta una nueva visión del proceso de la contratransferencia.

    Klein pensaba, como la corriente freudiana que la contratransferencia era solamente un obstáculo en la terapia. Heimann defendió la idea de que la respuesta emocional del analista ante el paciente constituye una valiosa herramienta diagnóstica.

    En este trabajo dice Heimann que muchos analistas se han esforzado en volverse inhumanos.

    “Se sentían tan atemorizados y culpables cuando surgían emociones hacia sus pacientes, que las eliminaban mediante la represión o distintas técnicas de negación, en detrimento de su trabajo”. (Heimann, P. 1949).

    En otro punto habla sobre la robotización y frialdad de los analistas:

    “El fin del análisis propio del analista no es el transformarlo en un cerebro mecánico que pueda producir interpretaciones en base a un proceso puramente intelectual, sino el hacerlo capaz de contener sus sentimientos en vez de descargarlos como lo hace el paciente”. (Heimann, P. 1949).

    Ventajas y limitaciones de esta teoría.

    Heimann entiende que el análisis didáctico debe servir para humanizar al terapeuta. Al respecto de esta novedosa idea dice Bleichmar:

    “La idea propuesta por Heimann y Racker era poderosa y aportaba muchas ventajas: si yo estoy conectado con mis sentimientos y de pronto empiezo a sentir malestar, ¿qué está pasando en la relación? ¿Qué está haciendo el paciente? Así la contratransferencia pasó de ser un elemento perturbador a ser un elemento diagnóstico.” (Bleichmar, H. 2014).

    Como ya hemos dicho anteriormente los kleinianos rompieron con Heimann y los defensores de su nueva teoría sobre la contratransferencia. Así, casi medio siglo después de publicarse el caso Dora, se constataba la existencia de dos facciones enfrentadas:

    “la contratransferencia se veía desde dos posiciones psicoanalíticas contrapuestas; como un obstáculo a superar (Reich, Glover, Fliess) o como un instrumento valioso para entender el posicionamiento del paciente y fomentar el cambio o cura. (Heimman, Racket, Winnicot)”. (Ruíz, J.J. 2013).

    Esta concepción de la contratransferencia significó un gran progreso, pero presentaba una seria limitación. El analista ya no es neutro. Ahora es sensible a lo que sucede en la terapia, pero coloca la responsabilidad de sus sentimientos en el foco del paciente. 

    Este concepto fue llevado por muchos hasta posiciones radicales. En ellas, todo lo anómalo que sentía el terapeuta era motivado por el paciente. Significaba una excelente coartada para el analista. Sus problemas eran inducidos por el paciente. Se estaba dejando de lado una cuestión importante: ¿qué existe en el analista previamente que lo hace reaccionar de este modo frente a los sentimientos del analizado?

    “Los sentimientos del analista dependen en parte del paciente y dependen en parte de algo propio de cada analista”. (Bleichmar, H. 2014).

    Paula Heimann con un grupo de kleinianos
    Paula Heimann reunida con un grupo de psicoanalistas  kleinianos.

    El enfoque intersubjetivo de Willy Baranger.

    Se ha producido una evolución en el concepto de contratransferencia a lo largo de los años.  Tenemos un primer momento donde aparece como algo que es propio del analista y constituye un obstáculo a superar.

    Vemos una segunda etapa donde la contratransferencia es inducida por el paciente. Finalmente aparece una tercera fase que sería la visión intersubjetiva: paciente y terapeuta crean algo que no existe por fuera de ese encuentro.

    El nuevo enfoque fue surgiendo ante la radicalización de la concepción de Racker y Heimann.  Se trataba de conseguir un diagnóstico de la relación analista-analizado. Surgió la idea de ver la situación terapéutica como un campo dinámico creado por dos.

    Willy Baranger.

    Este tema fue muy estudiado por Willy Baranger. Este autor nació en 1922 en territorio francés del norte de Africa. Estudió filosofía en Toulouse. Emigró a Uruguay y allí trabajó activamente como psicoanalista. Se casó con Madelaine Baranger, también psicoanalista y creó la Revista Uruguaya de Psicoanálisis. Más tarde vivió en Argentina. En sus obras trató diversos temas de Melanie Klein. Tradujo al español muchos trabajos psicoanalíticos. Fue considerado como un clínico de gran relevancia.

    Baranger fue el creador de la idea de observar a paciente y analista, como integrantes de un campo dinámico en el que se va creando un encuentro. La idea que defiende Willy Baranger es que la figura del analista, lejos de ser neutral, debe estar conectada emocionalmente al paciente y vibrar en sintonía con él.

    El analista debe ser espontáneo e involucrado con el paciente. Al mismo tiempo debe estar disociado de éste como observador de lo que ocurre en la relación. El analista se convierte en un observador de la interacción que se produce entre analista y analizado, que a posteriori trata de comprender lo que ha sucedido en esa relación.

    Podemos explicar el fenómeno que ocurre entre el analista y el analizado, como un encuentro que ocurre en un nivel intrapsíquico, donde se evidencia un intercambio emocional constante entre la pareja analista y analizado.

    Sandler y la respuesta de rol.

    Joseph Sandler pertenece al grupo de psicoanalistas independientes de Londres, que estaban fuertemente influenciados en su visión de la contratransferencia por el concepto de identificación proyectiva. Usó el término identificación primaria recurrente para referirse a la forma en que todas las personas empatizan con las emociones de los demás.

    “Para él, el analista está sometido, lo quiera o no, a la presión de responder al contenido emocional del paciente. Sandler usó esta idea de “escucha empática” y prefirió llamarlo “respuesta de rol” (1976) del analista o “actualización” del yo y reservar el término contratransferencia para referirse a la concepción neurótica original”. (Soler, M.A. 2007).

    Sandler acuñó el concepto “respuesta de rol”. Considera que el analista responde desde el rol que le induce el paciente y a través de la respuesta, analizando a posteriori, el analista entiende la situación que se ha producido en la terapia. La idea es que el analista se involucre, que sea espontáneo y en un segundo tiempo, trate de entender qué ocurrió.

    Willy y Madeleine Baranger
    Willy y Madeleine Baranger. Enfoque intersubjetivo de la contratransferencia.

    El paciente como objeto de deseo.

    El moderno enfoque de la contratransferencia conlleva importantes novedades. Una de ellas es que todo paciente se convierte en objeto de deseo del analista. El paciente no solamente viene a la sesión cargado con su patología, sino que satisface los deseos del analista.

    “El paciente puede ser utilizado por el analista cómo alguien que satisface sus deseos libidinales, narcisistas, de apego, agresivos o de protección”. (Bleichmar, H. 2004). 

    Lo interesante de este planteamiento es que el analista capta al paciente desde sus sistemas motivacionales. Ningún analista capta al paciente de forma neutral. El analista puede captar desde sus deseos libidinales de diverso orden, por ejemplo, de contacto afectivo.  Un terapeuta puede tener una necesidad de contacto afectivo. Buscando la necesidad de satisfacer esa necesidad puede desviarse de su trabajo como terapeuta e inundar al paciente de afectividad, bajo la coartada de que toda persona necesita afectividad.

    En esta situación no se trataría de la necesidad del paciente sino de la necesidad del terapeuta. Éste con su exceso de afectividad puede impedir la evolución positiva del paciente. El terapeuta debe preguntarse: ¿esta afectividad resulta de mi necesidad o de la del paciente? Mi afectividad además de ser espontánea, ¿es oportuna para el paciente? Porque si paciente tuvo unos padres así, se estaría reproduciendo una situación que fue dañina en la infancia.

    Deseos eróticos del analista hacia el paciente.

    Merece la pena recalcar la especial importancia que se produce, cuándo dentro de lo libidinal, se despiertan deseos eróticos en el analista hacia el analizado. No estamos hablando de si un terapeuta debe o no tener deseos eróticos. Hacer esto sería una utopía, pero sí de la necesidad de detectar la erotización en la contratransferencia lo antes posible. Y sobre todo, evitar actuarla.

    “Lo peor que le pasó al psicoanálisis fue negar durante años la erotización de los terapeutas. Durante mucho tiempo fue silenciado el abuso sexual en la terapia. No solamente en el psicoanálisis sino en todos los campos de terapia. Cuando se empezó a hacer un estudio sobre el abuso sexual aparecieron estadísticas espeluznantes”. (Bleichmar, H. 2014).

    Del mismo modo el paciente puede despertar en el analista deseos narcisistas o tal vez deseos agresivos. Puede tener fantasías agresivas hacia el paciente. Debe estar muy pendiente de detectar esa agresividad. Ésta puede aparecer en el lenguaje o en el tono de voz. O en los adjetivos que utiliza para describir la conducta del paciente.

    El paciente como objeto de deseo del psicoanalista
    El paciente como objeto del deseo erótico del psicoanalista.

     

    El paciente como activador de sentimientos y conductas.

    Es evidente que no se puede establecer una correlación absoluta entre pacientes con una determinada patología (depresión, paranoia, narcisismo, etc.) y la reacción que provocan en el terapeuta. Pero sí es muy frecuente, qué determinadas patologías provoquen reacciones muy parecidas en terapeutas distintos.

    Así vemos como pacientes depresivos inducen pérdida de autoestima e incapacidad en el analista. Observamos como pacientes hipocondriacos que viven continuamente instalados en las quejas, a pesar de las infinitas interpretaciones del analista, generan en éste frustración y rabia. Por el contrario, hay otros pacientes que despiertan el interés del terapeuta (por ejemplo, las histéricas en Freud eran un claro objeto de su complacencia). Los pacientes obsesivo-fóbicos que viven el día a día cotidiano con intensidad, pueden producir aburrimiento en la mayoría de los analistas. En general podemos decir, qué cuando el analista se siente impotente en su trabajo, se aproxima a la rabia narcisista. Los pacientes “borderline” producen en el terapeuta desconcierto, angustia y miedo al suicidio.

    El analista cuando inicia terapia con un nuevo paciente debe preguntarse al cabo de un cierto tiempo: ¿qué tipo de efecto es más posible que produzca en él ese paciente?

    Contratransferencia concordante.

    No podemos concluir el estudio de la contratransferencia sin citar dos conceptos acuñados por Racker, en relación a este tema. El primero de ellos es la contratransferencia concordante que es la que se produce cuando el analista se identifica y concuerda con ciertos aspectos del paciente. Racker planteó que el analista se puede identificar con el yo, con el superyó o con el “ello” del paciente.

    1. Identificación con el yo: El analista se identifica con los sentimientos del paciente (su angustia o su miedo o sus defensas) y en lugar de averiguar los motivos los vive él también. Humanamente se puede entender estar empatía, pero como analista su misión es investigar el origen de los sentimientos o de las defensas del analizado
    2. Identificación con el ello: En este caso la identificación se produce con los deseos del paciente. El analista vive con expectación la realización de estos deseos, en lugar de averiguar por qué motivo tiene esos deseos.
    3. Finalmente, la identificación puede ser con el superyó. Es decir, el analista se identifica con la moralidad y la parte autocrítica del analizado.

    La importancia de la contratransferencia concordante radica en que, si el analista evita estar masivamente identificado con el paciente, puede ayudarlo a preguntarse por qué siente o piensa de determinada manera.

    Hay dos tipos de contratransferencia: concordante y complementaria
    Existen dos tipos de contratransferencia: concordante y complementaria.

    Contratransferencia complementaria.

    Es otro de los grandes conceptos aportados por Heinrich Racker. En este caso, la contratransferencia complementaria es aquélla que se produce cuando uno toma lo que está ausente en el paciente. El analista actúa como el complemento del paciente. Al igual que la anterior el analista puede buscar la complementación a nivel del yo, del ello o del superyó.

    Para abordar adecuadamente estos dos tipos de transferencia, en la técnica de trabajo, el analista debe explorar y preguntarse: ¿Cuál es la actitud analítica frente a la contratransferencia de concordancia? El analista debe preguntase por qué se reactiva en él esa contratransferencia con la que está identificado y debe procurar salir de la identificación. Si está identificado con el paciente faltará esa otra perspectiva para progresar en la terapia.

    De forma análoga, frente a la contratransferencia complementaria la actitud analítica debe ser del tipo: “usted necesita que sea yo quien me preocupe y así puede seguir haciendo lo que le causa placer”. Podemos ver este tipo de comportamiento, con mucha frecuencia, en los adolescentes, que trasladan al padre su responsabilidad y delegan de ella.

    Conclusiones sobre la contratransferencia.

    Con respecto a la contratransferencia, ocurre algo muy parecido a la transferencia, pero mucho más complejo. Superados los planteamientos iniciales de Freud (la contratransferencia vista como obstáculo) y superadas las teorías de Racker y Heimann (es el paciente con sus sentimientos el que despierta la contratransferencia del analista), nos encontramos ahora en una situación donde predomina el enfoque intersubjetivo.

    El analista observa cómo fluye la comunicación bidireccional entre él mismo y el analizado. Debe sentir como sintoniza con las emociones del paciente y como vibra con ello. A la vez, no debe perder de vista la función de observador externo. Haciendo esto podrá a posteriori analizar que ha pasado en el encuentro.

    Las tareas del analista son múltiples, complejas y de gran responsabilidad. Tiene que implicarse de forma activa en la terapia. Debe analizar que objeto de deseo busca en el paciente. Al mismo tiempo debe reflexionar sobre qué tipo de comportamiento es frecuentemente desencadenado en el analista por determinado tipo de pacientes (depresivos, hipocondriacos, borderline). A todo este conocimiento teórico hay que unir un riguroso análisis didáctico. Esto nos abrirá la mente y despejará los caminos para interactuar con el paciente sin represiones. Y aún hay más, no solo teoría y análisis didáctico sino además una técnica exquisita que nos permita fomentar el vínculo entre analista y analizado, pues este vínculo se ha revelado como el elemento más importante en la terapia.

    Concepción freudiana de la contratransferencia ha sido superada
    La concepción freudiana de la contratransferencia ha sido ya superada.

    Referencias bibliográficas

    Este artículo es una parte del resumen de la monografía “Transferencia y Contratransferencia” que integra el TFM del “Curso de Especialista Universitario en Clínica y Psicoterapia Psicoanalítica“. Puedes descargar el trabajo completo en el siguiente enlace:

    TFM La transferencia - Gerardo Castaño Recuero
    Transferencia y Contratransferencia. Gerardo Castaño Recuero


    Autor.

    Gerardo Castaño Recuero

    Gerardo Castaño Recuero trabaja como psicólogo y psicoterapeuta en el Centro “Nuestro Psicólogo en Madrid”. Ha estudiado Psicología en la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid. Posee el título de Máster en “Terapia Focalizada en las Emociones” (TFE). Ha realizado el curso Master de “Clínica y Psicoterapia Psicoanalítica”.


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