La ira es una emoción básica universal que surge como respuesta primaria a la frustración de una meta o de una necesidad, de manera que suele aparecer asociada a la percepción de una ofensa o agresión.
La ira: ¿Es una emoción constructiva o destructiva?
Ante una situación de injusticia o una humillación, es natural sentirse herido y adoptar una posición de autoprotección. El problema ocurre cuando los conflictos y la frustración llevan a la persona a reaccionar de forma iracunda, dejándose dominar por dicha emoción y comportándose de manera disfuncional, desquitándose con los demás.
Muchas personas consideran que se trata de una forma de ser difícil de controlar, pero, ¿es cierto que la ira siempre aparece ligada a comportamientos destructivos?, ¿Qué es lo que lleva a una persona a tener dificultad para controlar su ira?, ¿es liberador dejarse llevar por la ira?
Ya hemos dicho anteriormente, que la ira es una emoción básica universal, que aparece en el individuo, como una respuesta primaria al sentirse frustrado en la consecución de un objetivo o verse privado de algo que desea o necesita. La ira aparece, en la mayoría de los casos, cuando el sujeto percibe una ofensa o una agresión.
De esta manera, la ira proporciona la fuerza necesaria para defender la propia opinión y poner límites, ayudando a resolver conflictos al tratar de ponerles solución mediante la expresión emocional y la búsqueda de alternativas.
“La ira es una emoción básica displacentera, cuya función es responder a distintas amenazas, lo que la convierte en destructiva es el no gestionarla adecuadamente”.
Las causas de la ira pueden ser sucesos externos (p. ej. estar en un atasco o ser objeto de un comentario desagradable) o preocupaciones y recuerdos personales (p. ej. recuerdos de un acontecimiento donde se fue tratado injustamente). Es por ello por lo que la ira ha sido considerada hasta cierto punto una emoción moral, pues se produce ante la obstrucción de una meta que se considera alcanzable (p. ej. no haber sido seleccionado para un puesto de trabajo), la transgresión de las normas y derechos propios por parte de otros (p. ej. ser traicionado o engañado, no obtener la recompensa esperable) y la exposición a estímulos adversos (p. ej. sufrir dolor crónico).
Cabe destacar, que esta emoción está muy relacionada con la motivación, de manera que varía de intensidad dependiendo de lo injustificado e indignante que se considere el acontecimiento, pudiendo describirse como un sentimiento que va desde una leve molestia o irritación hasta llegar a la furia o cólera. Pero, ¿Qué es lo que lleva a una persona a manejar inadecuadamente la ira?
“El miedo a no ver cubiertas las propias necesidades y expectativas unido al bajo autocontrol predisponen a actuar de manera impulsiva”.
(1) – La ira es una emoción básica primaria.
Las señales delatoras de la ira.
Al igual que otras emociones, la ira aparece acompañada de una serie de cambios físicos y psicológicos. A continuación, se detallan los más relevantes:
- A nivel fisiológico: La ira activa el sistema nervioso simpático a fin de iniciar y mantener la activación corporal para poder defenderse de las amenazas. De este modo, la persona ve cómo se incrementa su latido cardiaco, presión sanguínea, tensión muscular y temperatura corporal. Asimismo, la activación del sistema nervioso simpático libera catecolamina -hormona relacionada con el estrés- y adrenalina -hormona que mantiene el nivel de activación elevado-.
- A nivel cognitivo: La psicología se basa en que las situaciones por sí mismas no tienen ningún valor emocional, sino que es la propia valoración personal la que les confiere un significado. Ante una situación de abuso o injusticia, las personas pueden tener pensamientos que alimenten y prolonguen su ira. Algunos de ellos serían parecidos a “esto es intolerable”, “cómo se atreve a tratarme así”, “todo me va mal por su culpa”, etc.
“Al estar bajo la influencia de la ira, las personas no sólo tienden a actuar de manera impulsiva, sino que no suelen ser capaces de ver la repercusión de la conducta agresiva”.
- A nivel conductual: El encontrarse en un estado de excitación a nivel corporal predispone a actuar de manera impulsiva, pudiendo llegar a reaccionar de manera agresiva mediante amenazas, insultos, gritos o incluso ataques físicos. Respecto a la comunicación no verbal, a nivel facial, se produce tensión mandibular (tendencia a morder o a mostrar los dientes), se muestra el ceño fruncido y tienden a abrirse las fosas nasales.
Tipos de ira.
La psicología ha identificado varios tipos de ira dependiendo de su origen:
- Ira por necesidades insatisfechas: Al igual que un bebé comienza a llorar cuando siente hambre, el cansancio y el estrés acumulado pueden llevar a la persona a experimentar esta emoción básica diseñada para la supervivencia. Esta ira es, por lo tanto, momentánea y termina al satisfacer la necesidad.
- Ira por defensa: Ante una situación que resulta inaceptable como un insulto o una acusación injusta, la persona puede reaccionar con ira al sentirse dañada. La ira por defensa es la que suele traer mayores consecuencias en la esfera social y laboral.
- Ira reprimida: El no saber expresar las propias emociones o el no saber identificarlas correctamente puede llevar a sentir este tipo de ira, pues el gestionar inadecuadamente ciertas situaciones puede llevar a la persona a estallar en un momento determinado. Este tipo de ira es la que suele provocar mayores problemas de salud a largo plazo.
- Trastorno explosivo intermitente: Se trata de un trastorno psicológico en el que la persona no controla sus impulsos de forma regular. En estos casos, la ira suele aparecer sin motivo aparente o justificable, de modo que el ataque de ira no aparece precedido por señales previas.
“Existe un trastorno psicológico, que afecta principalmente a los hombres, en el que los ataques de ira aparecen de forma inesperada”.
(2) – Trastorno explosivo intermitente
-
¿Cuándo la ira se convierte en un problema?
A ciertas personas les cuesta discernir cuándo la ira se ha convertido en un problema a solventar:
“En general, la ira es un problema cuando produce un malestar excesivo en las partes afectadas y termina afectando a las relaciones familiares o sociales”.
De esta manera, la ira se ha convertido en un problema cuando:
- Los ataques de ira se prolongan en el tiempo debido a que la persona no consigue bajar la intensidad de su enfado.
- La ira se manifiesta de manera frecuente.
- La persona está convencida de no poder evitar dichos episodios, teniendo lugar en momentos inadecuados e incluso sin medir las consecuencias.
- Se materializa a través de agresiones verbales (p. ej. gritar o insultar) y/o físicas (p. ej. arrojar objetos, empujar, etc.).
¿Qué es lo que lleva a una persona a tener dificultad para controlar su ira?
Si bien es cierto que las situaciones de injusticia, humillación y menosprecio suelen desencadenar conflictos, hay personas que son capaces de gestionar su ira por sí mismas. Entonces, ¿Qué es lo que lleva a una persona a tener dificultad para controlar su ira?
“Lo que dificulta el correcto control de la ira es el bajo autocontrol debido a una impulsividad sobre la que no se ha trabajado”.
No obstante, existen otros factores que dificultan la gestión adecuada de la ira, a saber:
- Rasgos de personalidad: Diferentes estudios han encontrado que la ira tiende a darse en personas con un índice de alto neuroticismo -dificultad para la gestión emocional-, elevada exigencia y extraversión. Por otra parte, algunas personas tienden a enfadarse con más facilidad desde una edad muy temprana, siendo de temperamento irritable.
- Baja tolerancia a la frustración: Aunque la ira no soluciona el problema, la baja tolerancia a la frustración puede llevar a la persona a comportarse de manera agresiva como forma de desahogarse.
- No aceptar las críticas: Hay personas que ven la crítica como una amenaza a su valía, lo que les lleva a adoptar una actitud defensiva.
- No soportar la injusticia: Las personas con un esquema de justicia muy marcado pueden mostrarse más intolerantes al procurar imponer su visión sobre cómo deberían ser las cosas.
- Sensación de injusticia persistente: Aunque enfadarse es normal y sano pues ayuda a autoprotegerse y a establecer límites, muchas personas procuran no enfadarse para evitar el conflicto, lo que hace que terminen acumulando rabia, pudiendo desencadenar un ataque de ira con el consiguiente sentimiento de culpabilidad posterior.
- Educación emocional inapropiada: La ira suele considerarse una emoción negativa, por lo que algunos progenitores no sólo no enseñan cómo manejarla adecuadamente, sino que inculcan a sus hijos a que deben ocultarla para no desagradar a los demás.
- Imitación de patrones familiares inadecuados: Los niños aprenden a interpretar el mundo y a comportarse tal y como les enseñan sus figuras de apego. Por ello, el crecer en un hogar donde los conflictos se resuelven a gritos y en el que no hay una comunicación emocional adecuada puede llevar al niño a imitar dicha conducta, la cual posiblemente interiorizará y mantendrá en el futuro.
(3) – La ira se imita y aprende de los modelos paternos
- Patrones socioculturales: El contexto sociocultural modula la ira, pues su expresión suele estar peor vista entre las clases altas y en sociedades que dan un especial valor al autocontrol (p. ej. la oriental).
- Trastornos psicológicos: La irascibilidad también puede ser un síntoma de estrés o depresión. También se ha encontrado que las personas con el trastorno de personalidad narcisista tienden a dejarse dominar por la ira con mayor frecuencia.
Las consecuencias de la ira.
Son muchas las personas que asocian la sinceridad con un nivel de confianza inapropiado, en el que la falta de autocontrol se hace patente y que trae una serie de consecuencias negativas tanto para el iracundo como para su entorno:
- Predispone a actuar de manera agresiva: La activación corporal (regida por el sistema nervioso simpático) prepara al cuerpo para responder a la supuesta amenaza contrayendo sus músculos, incrementando el flujo sanguíneo, aumentando el ritmo cardíaco y acelerando la respiración. El prolongar dicho estado de excitación predispone a la persona a actuar de manera agresiva.
- Deteriora las relaciones personales: El vivir en un ambiente irascible, además de dificultar la convivencia, hace que el otro pueda sentirse intimidado. Por su parte, la persona iracunda puede llegar a alejarse de sus seres queridos al sentirse avergonzada y culpable de sus episodios de ira. Además, una persona que tiende a no exteriorizar su ira puede terminar adoptando conductas pasivo-agresivas, actuando de manera crítica, cínica y hostil al no haber aprendido a expresar el propio enfado de manera adecuada.
- Afecta a la vida laboral: La ira no sólo puede repercutir en las relaciones con los jefes, clientes o empleados; también puede limitar la capacidad de toma de decisiones y bloquear a la persona.
- Ocasiona problemas legales: Una ira desmedida suele llevar a situaciones de pérdida de control, pudiendo llegar a agredir a otras personas o a provocar accidentes por imprudencia (p. ej. perseguir a otro conductor que acaba de adelantarle a gran velocidad a fin de “darle una lección”).
Repercusiones físicas y psicológicas.
A nivel del sujeto iracundo, esta emoción primaria también acarrea repercusiones, tanto físicas como psicológicas.
- Incrementa el riesgo de padecer enfermedades físicas: Diversos estudios han encontrado una relación entre la ira sostenida y distintas enfermedades, especialmente psicosomáticas. La ira incrementa el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares (p. ej. infartos o ictus cerebrales) y problemas digestivos (p. ej. úlceras).
- Por otra parte, se ha encontrado que la ira guarda cierta relación con el sistema inmunológico, lo que eleva la propia vulnerabilidad ante una enfermedad. El insomnio y la presión arterial alta a consecuencia de los episodios de ira también suelen darse con frecuencia. Además, la ira tiene un papel importante en el proceso de inflamación del organismo y, cuando se cronifica, puede dar lugar al desarrollo de enfermedades.
- Repercute en el bienestar psicológico: La ira sostenida en el tiempo puede llevar a la persona a sufrir estrés, ansiedad e incluso depresión. Todo ello se debe al dolor y el desgaste provocado por las emociones experimentadas.
La ira deteriora las relaciones personales
En resumen, tal y como dijo Séneca:
«La ira es un ácido que puede hacer más daño al recipiente en el que se almacena que en cualquier cosa sobre la que se vierte».
Por ello, en un próximo artículo se verán estrategias para aprender a gestionar la ira.
Referencias Bibliográficas.
- ¿Qué tipo de ira tienes? (2015). Psico.mx.
- Cómo controlar el enojo. (s. f.). American Psychological Association.
- Diéguez, M. B. (2019). Los efectos negativos de la rabia y la ira en el organismo. Clínica EOS.
- Fundación ONCE. (s. f.). Emoción Ira. Discapnet.
- Kassinove, H. y Chip Tafrade, R. (2019). Controlar la ira. Obelisco.
Autora.
Mª Victoria Orbe Valls es psicóloga general sanitaria. Está graduada en Psicología por el CES Cardenal Cisneros (Universidad Complutense de Madrid), cuenta también con los másteres de Psicología General Sanitaria (Universidad Antonio de Nebrija) y Sexología Clínica y Terapia de Parejas (Instituto Superior de Estudios Psicológicos), así como con formación en Mindfulness y grafopsicología. En la actualidad compagina su actividad como psicóloga con la divulgación científica. Es colaboradora en el Blog de Nuestro Psicólogo en Madrid.
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