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Las 20 fobias más comunes. Aracnofobia, claustrofobia y otras.

Fobias Simples. Causas y Tratamiento

En el capítulo anterior, vimos el concepto de fobias simples, también llamadas fobias específicas. Analizamos sus síntomas, sus tipos, su clasificación y su tratamiento. En este artículo, veremos algunas de las fobias más frecuentes.  

Fobias más comunes.

Las fobias más comunes pertenecen al grupo de las zoofobias y son la fobia a los reptiles y la fobia a las arañas. Si juntamos estas dos con el miedo a los pájaros y los insectos suman el 50% de los trastornos fóbicos.

Por ser trastornos clínicos distintos y bien diferenciados, en esta revisión de la fobias más frecuentes dejaremos aparte la agorafobia y la fobia social o trastorno de ansiedad social, que merecen ser tratadas más ampliamente y de forma individualizada.

Ofidiofobia o Fobia a las serpientes.

Esta zoofobia es la segunda más frecuente en el ranking de las fobias. La ofidiofobia es el miedo a las serpientes. Se engloba, junto con el miedo a los anfibios, lagartos, salamandras, lagartijas, ranas y sapos en la llamada herpetofobia.

Es, al igual que la aracnofobia, más frecuente en mujeres. Aproximadamente el 10% de la población tiene en mayor o menor grado miedo irracional a las serpientes.

El sujeto que padece ofidiofobia, no sólo tiene miedo a las serpientes vivas, sino que reacciona con temor a la visión de serpientes en la televisión o a juguetes con forma de reptiles.

Si bien el miedo o respeto por las serpientes es bastante generalizado en la población, esto no siempre significa un miedo a los reptiles.

Una persona puede tener cierto temor a los reptiles pero es capaz de ver a uno de estos animales encerrado en una caja de cristal en el zoológico. Sin embargo el paciente con verdadera fobia, sentirá un miedo intenso, aun sabiendo que el animal está encerrado.

Miedo a las serpientes. Causas.

Este miedo a las arañas y a las serpientes ha tratado de ser explicado por el miedo ancestral de nuestros antepasados a estos animales, algunos de los cuales podían ser letales por su mordedura.

Estudios antropológicos han demostrado, que en el caso de las serpientes, el hombre y algunos primates han desarrollado un rápido sistema visual para detectarlas.

Existe una conexión directa entre la retina y ciertos núcleos talámicos, que emitirían una señal de alerta ante el mínimo reconocimiento visual de “algo” que se parezca a un reptil. Desde el tálamo saldría una señal a la amígdala cerebral que pondría en marcha todos los mecanismos fisiológicos de alerta.

Por otro lado, el tálamo enviaría otra señal a la corteza cerebral, para asegurar que lo visto es realmente una serpiente. Si la corteza cerebral confirma la información, se potencia de forma extraordinaria la respuesta de alarma de la amígdala cerebral.

Para los psicoanalistas, la serpiente tendría un significado simbólico: sería una sustitución del pene. Freud consideraba que las pesadillas, durante el sueño, son la realización inconsciente de un deseo reprimido.

La censura onírica sustituiría el placer por terror. Visto de esta forma, una mujer con ofidiofobia estaría con su miedo, manifestando un deseo o una envidia del pene.

Como todo en esta vida, esta opinión es cuestionable, y así el propio Freud dijo: “En ocasiones un cigarro es solamente un cigarro” (y no un sustituto del pene como podrían afirmar los más furibundos psicoanalistas).

La aracnofobia es una de las fobias más comunes
La aracnofobia es la fobia más frecuente a nivel mundial

Aracnofobia o Fobia a las arañas.

Entre las fobias más comunes, el miedo irracional a las arañas es la número uno. Es la fobia que con mayor frecuencia se da en la población mundial. Una de cada 3 personas con temores irracionales y desproporcionados tiene miedo a las arañas. De cada cinco pacientes con aracnofobia, cuatro de ellos son del sexo femenino.

Hagamos algunos cálculos matemáticos. A finales de 2024 es probable que el número de habitantes del planeta sea de más 8200 millones de personas o más. Aproximadamente una de cada 25 personas tiene alguna fobia. Esto nos daría 328 millones de personas con fobias y casi 110 millones de personas con aracnofobia: 22 millones de hombres y 88 millones de mujeres.

Cuando la persona con aracnofobia se encuentra con una araña puede reaccionar gritando y huyendo o bien puede tener una reacción de sobrecogimiento y quedarse inmovilizada. Es frecuente que huya, cierre la puerta y busque la ayuda de algún amigo a familiar que mate al pequeño animal.

Aunque el paciente fóbico podría matar él mismo a la araña, no son capaces de hacerlo. Se quedan agazapados viendo como matan a la araña y suelen asegurarse de que está muerta.

El temor a encontrarse con arañas puede llegar a limitar su movilidad y condicionar su forma de vida, pues evitarán todos los lugares donde sospechen que se pueden encontrar con arañas, como el campo, jardines. Evitarán excursiones o la limpieza de trasteros o desvanes.

Miedo a las tormentas: Otra de las fobias más comunes.

El miedo a las tormentas ocupa el tercer puesto en el pódium de honor de las fobias en cuanto a frecuencia. 

Se trata de una fobia del grupo de la naturaleza que engloba el miedo a las tormentas (astrafobia o astrapafobia), los truenos, rayos y  relámpagos (brontofobia o ceraunofobia o tonitrofobia) el viento.

No debe confundirse la astrafobia con la astrofobia que es el miedo irracional al firmamento, el espacio, los planetas y otros cuerpos celestiales.

En general la astrafobia, suele desarrollarse en la niñez como una continuación del normal miedo infantil ante fenómenos de la naturaleza como el trueno, el relámpago o el rayo. Los niños tratan de ocultarse o meterse bajo las sábanas para no ver y oír las tormentas.

Si alguna de estas vivencias resulta especialmente traumática puede condicionar el desarrollo de esta fobia. También puede estar influenciada por el ambiente que vive el niño.

Si una madre padece astrafobia, y ante las tormentas se esconde y se lleva con ella a su hijo, con su comportamiento está transmitiendo al niño una sensación de peligro desproporcionado y puede hacer que éste acabe padeciendo el mismo trastorno.

Brontofobia o miedo a las tormentas
Brontofobia o miedo a las tormentas.

Claustrofobia o miedo a espacios cerrados.

El temor a los espacios cerrados y reducidos se denomina claustrofobia. Suele englobar dos tipos de actitudes: el miedo irracional a los espacios cerrados es el sentimiento básico de este trastorno, pero lo que el individuo verdaderamente teme es el quedarse encerrado para siempre, no poder salir de ese lugar o morir asfixiado.

Se calcula que cerca de un 7% de la población mundial tiene síntomas de claustrofobia en mayor o menor grado.

Los lugares que con más frecuencia originan claustrofobia son: ascensores, túneles, habitaciones pequeñas, cuartos de baño sin  ventanas, medios de transporte como aviones, trenes o autobuses, aparatos de radiodiagnóstico cerrados como TAC o Resonancia Magnética Nuclear (RMN).

Este trastorno puede interferir y limitar bastante la vida del enfermo, pues a veces tienen que subir innumerables escaleras por no entrar en el ascensor o rechazar pruebas diagnósticas necesarias.

La claustrofobia puede aparecer por haber vivido en la niñez algún suceso traumático, como quedarse encerrado en un ascensor, aunque en ocasiones basta haber oído a alguien relatar una experiencia semejante, puede desembocar en una claustrofobia.

Fobia a las agujas.

La tripanofobia es un trastorno que se puede incluir dentro del grupo de fobias a la sangre (hematofobias) y es otra de las fobias más comunes. Consiste en el miedo irracional a las agujas, las inyecciones o las extracciones de sangre. Se considera que alrededor de un 15% de los casos de fobia son debidos a este trastorno.

El problema se suele desarrollar en la niñez y en muchos casos viene condicionado por una educación errónea donde se amenaza al niño con castigos como llevarle al médico o ponerle inyecciones.

Estos pacientes ante la sola visión de una aguja, de una herida o de la sangre, pueden tener un síncope vasovagal y caer fulminados al suelo, quedando inconscientes, sin apenas dar tiempo a reaccionar a las personas que están a su alrededor, que no pueden impedir el desmayo ni la caída al suelo.

Tripanofobia o fobia a las agujas es una de las fobias más extendidas
Tripanofobia o fobia a las agujas.

Acrofobia o Fobia las alturas.

La Acrofobia es el miedo a las alturas. Se da muy frecuentemente en la población, pues se cree que puede afectar al 5% de la población. No se debe confundir con la sensación de respeto o precaución ante situaciones donde la altura supone un riesgo real.

El acrofóbico tiene este miedo mucho más exagerado y no puede controlarlo. Estos sujetos son incapaces de asomarse a un balcón elevado, al borde de un puente o acercarse a un precipicio. Algunos autores encuentran similitudes entre la acrofobia y el vértigo a las alturas.

La distinción fundamental está en que el vértigo es un trastorno del sentido del equilibrio, que produce la sensación de giro de objetos en quien lo padece.

Fobias de impulsión.

Entendemos por fobias de impulsión el temor irracional a perder el control de los impulsos y hacerse daño a sí mismo u a otras personas. El enfermo con fobia de impulsión puede temer arrojarse por un balcón o tirarse al paso del metro. Una madre con fobia de impulsión puede tener miedo a dejar caer a su bebé.

Aunque las citamos dentro de las fobias simples, esta patología debe ser incluida en el grupo de trastornos obsesivos compulsivos. Las ideas y temores del sujeto son pensamientos obsesivos, que se alojan en su mente contra su voluntad. Estos pensamientos aparecen de forma constante y reiterada. Aunque el sujeto lucha contra ellos no puede evitar que se abran paso y por lo tanto siente temor o ansiedad. 

El origen de la fobia impulsiva suele ser el conocimiento a través de otra persona o de los medios de comunicación de un suceso terrible y traumático: alguien se ha tirado a un tren, una madre ha ahogado a su bebé. El sujeto que oye la noticia piensa que eso mismo le puede suceder a él. “Si a alguien le ha ocurrido, también me puede pasar a mí”. En ese momento el sujeto confunde “lo posible” con “lo probable”. En la vida es posible que a alguien le toque un premio en la bonoloto. Sin embargo, en la realidad es muy poco probable que me toque a mí.

El sujeto con fobia impulsiva no razona la probabilidad del suceso. Simplemente se aterroriza de pensar que él puede hacer algún acto horrible. Muchas veces estos pensamientos obsesivos determinan rituales o comportamientos compulsivos. Mediante estos rituales intenta neutralizar la angustia que siente.

Fobia dental o Dentofobia.

La dentofobia, odontofobia o fobia dental es el miedo exagerado e irracional a los dentistas y a los consultorios odontológicos. Aunque parezca ridículo el miedo o fobia dental es mucho más frecuente de lo que se cree. El paciente con fobia dental, evita a toda costa ir al dentista. Cuando lo hace es obligado por una situación de grave riesgo de su salud.

El desarrollo de este trastorno, al igual que otras fobias simples, puede estar condicionado tanto por una experiencia traumática con odontólogos en la infancia, como por conductas aprendidas de padres con esta patología.

Odontofobia o fobia a los dentistas
Odontofobia o fobia a los dentistas.

Fobia a la sangre o hematofobia.

La fobia a la sangre o la visión de heridas se denomina hematofobia. Está íntimamente ligada a la fobia a las agujas o tripanofobia. Estas dos fobias simples aparecen en las mismas actividades (actos médicos, laboratorios, extracción de sangre) , comparten el mismo mecanismo fisiopatológico y son de las fobias más comunes en todo el mundo.

La fobia origina una brusca descarga vasovagal. La consecuencia inmediata es la aparición de taquicardia, hipotensión, sudoración, caída al suelo y una más que probable pérdida de conocimiento. El cuadro suele ser fulgurante y sin apenas tiempo de reacción, ni para el que lo sufre ni para los acompañantes.

La hematofobia es una de las fobias, cuyo origen parece más determinado por la carga genética, que por los estímulos ambientales. Así, los estudios experimentales han observado que la hematofobia es mucho más frecuente cuando alguno de los familiares del sujeto ha padecido también este trastorno fóbico.

Fobia a la oscuridad o Nictofobia.

El miedo a la oscuridad o la noche se denomina nictofobia. Es una de las fobias más frecuentes en la infancia. El miedo a la oscuridad aparece frecuentemente en los niños. Éstos, en su desarrollo evolutivo, empiezan a experimentar miedo a la oscuridad a partir de los dos años. Sin embargo, en la nictofobia, este miedo es exagerado,  irracional y altera la vida del sujeto.

El paciente con nictofobia no tiene miedo a la noche o la oscuridad. Su temor está provocado por los objetos, situaciones o personas que pueden quedar ocultos en la oscuridad y no puede ver. Ante la oscuridad la fantasía del nictófobo se desborda y se imagina toda clase de escenas terroríficas.

Aunque diferentes autores, como Freud, han propuesto teorías para explicar la nictofobia, o la búsqueda de sustancias responsables del cuadro, lo más probable es que sea una fobia de tipo evolutivo al igual que otras fobias simples, como la aracnofobia o la ofidiofobia.

La visión nocturna nunca  ha sido una cualidad de la especie humana. Nuestros antepasados de las cavernas, por la noche, en la oscuridad, estaban en franca desventaja frente a felinos y otros depredadores con una agudeza visual nocturna muy acentuada. Este temor ancestral se ha perpetuado y lo albergamos en nuestra carga genética.

Nictofobia o miedo a la oscuridad, una de las fobias más comunes en niños
Nictofobia o miedo a la oscuridad.

Fobia a los pájaros o a las aves (Ornitofobia).

El temor exagerado, irracional y persistente a las aves, es bastante frecuente. El temor patológico en otras ocasiones, se centra sólo en aquellas aves que sentimos como amenazantes. Se incluirían aquí las aves rapaces: águila, buitre, halcones, lechuzas o búhos. En otros casos afecta a las aves más cercanas, como pueden ser las aves de corral (gallinas y pollos). En este último caso, hablamos de alekterofobia. Suele ser debida a la creencia supersticiosa de que las gallinas son animales dañinos, siempre dispuestos para picar y hacer daño al hombre. En algunos casos más severos la alekterofobia puede incluir el temor patológico a los huevos de las gallinas.

La ornitofobia, al igual que otras zoofobias, aparece con más frecuencia en mujeres. Su intensidad puede ser muy variable, desde los casos más leves, donde los pájaros solamente producen incomodidad, hasta los más severos donde la presencia de las aves puede desencadenar un ataque de pánico. Como tantas otras fobias simples su origen parece condicionado por sucesos traumáticos infantiles en relación con pájaros u otras aves.

Fobia escolar.

La fobia escolar es un trastorno heterogéneo donde se mezclan diversas patologías. Lo podemos definir como la actitud del niño que no puede ir al colegio debido a un temor patológico e irracional relacionado con las actividades escolares.

Este miedo a ir al colegio origina una ansiedad anticipatoria que puede aparecer al acostarse por la noche o al levantarse para ir a clase. Puede acompañarse de toda clase de síntomas derivados de la ansiedad. En algunas ocasiones el niño puede expresar con claridad el motivo que origina su temor. En otros muchos casos no encuentra una justificación adecuada para explicar su ansiedad.

Puede llegar a afectar a un 4% de la población general. Debe diferenciarse de los casos en que el niño no quiere ir a clase e inventa toda tipo de excusas. También debe diferenciarse de la ansiedad de separación. En estos casos la ansiedad viene originada por tener que separarse de la madre o de su cuidador habitual. No es raro que coexistan al mismo tiempo fobia escolar y ansiedad por separación.

Fobia a volar en avión o Aerofobia.

La aerofobia es el miedo irracional a volar o más específicamente a volar en avión. Suele estar muy relacionada y a veces puede confundirse con otras fobias simples como la claustrofobia, por el temor a sentirse encerrado dentro del avión, o con la acrofobia que es el miedo a las alturas.

Quedaría por lo tanto reservado este término para las personas que presentan un miedo exagerado ante el hecho de tener que subir a un avión. En estas personas el temor inicial es la firme convicción de que el aparato va a tener un accidente y se va a estrellar. No es por tanto la sensación claustrofóbica o el miedo a la altura lo que predomina, sino la sensación de catástrofe inminente.

Puede ser una fobia, tremendamente limitante, sobre todo en personas que por su profesión deben viajar continuamente.

Aerofobia o Fobia a volar
Aerofobia o fobia a volar.

Fobia a los agujeros o Tripofobia.

La fobia o miedo patológico a los agujeros se denomina tripofobia. Es una fobia reciente, muy ligada a la difusión de imágenes por internet. En realidad el objeto fóbico, no es un agujero, sino un patrón repetitivo de pequeños agujeros agrupados. Quizás la imagen más parecida podría ser la de un panal de abejas, con minúsculos agujeros o figuras geométricas agrupadas.

Esta fobia es tan reciente que ni siquiera aparece tipificada como trastorno fóbico en el DSM-5. Recordemos a este respecto, que para que un miedo irracional sea considerado como fobia debe:

– Producir una ansiedad significativa.

– O bien alterar de forma importante la vida del sujeto.

No hay constancia de que esto ocurra en la mayoría de casos de tripofobia.

No deja de ser curioso, que casi un 20% de la población, sufra con mayor o menor intensidad, una aversión o profundo asco ante la visión de objetos con las características descritas. Este fenómeno empezó a ser conocido a partir de 2005. En este año los trabajos de dos psicólogos americanos fueron publicados en la revista  “Psychological Science”.

Cole y Wilkins, profesores de la Universidad de Essex, realizaron algunos curiosos experimentos. En ellos mostraban a distintas personas, 286 objetos, cubiertos por pequeños agujeros agrupados. Ante esta visión, algo más de una de cada seis personas sentía incomodidad, malestar, rechazo y en algunos casos hasta naúseas.

Tripofobias. Posibles causas.

Las teorías al respecto abogan por el parecido de estos patrones geométricos con la piel de algunos reptiles y anfibios venenosos. Para confirmar esta hipótesis se monitorizó la actividad cerebral de sujetos con tripofobia. Mientras observaban imágenes de serpientes se registraban sus ondas cerebrales. A la vista de los reptiles las señales cerebrales se dispararon de forma muy significativa.

Esto podría confirmar, lo ya señalado en el orgen de la fobia a las serpientes: la existencia de una conexión retina – tálamo – amígdala que dispararía señales de alerta ante patrones que recuerdan de alguna forma a los reptiles.

Otros estudios apuntan a que la visión de los agujeros agrupados, puede evocar imágenes de enfermedades orgánicas con gran deterioro físico. Ambas hipótesis podrían ser perfectamente complementarias. Responderían  a formas de conducta adquiridos a lo largo de la evolución humana. Actuarían como mecanismos defensivos ante los reptiles venenosos o enfermedades posiblemente contagiosas.

La Tripofobia es una de las fobias más frecuentes de origen muy reciente
Tripofobia o fobia a los agujeros.

Fobia a los perros o Cinofobia.

Que el perro es el mejor amigo del hombre parece un hecho confirmado. Sin embargo muchas personas, ante la visión de un perro, aunque se trate de un diminuto chihuahua, son presas del pánico y huyen despavoridas.

Estudios psicológicos realizados en la Universidad de Valencia pusieron de relieve que una de cada diez personas, tienen un miedo patológico, no justificado, ante la visión de un perro. Insistimos, al igual que en el caso de la tripofobia, en que para considerar a este temor a los perros como fobia, debe ser muy intenso o alterar la vida del sujeto. Aun así, estos datos hacen pensar que estamos ante un trastorno muy frecuente.

El sujeto con verdadera cinofobia, no solamente tiene miedo y una ansiedad patológica al encontrarse con un perro. El sólo hecho de pensar en esta posibilidad le produce una sintomatología de miedo y angustia. En los casos extremos puede llegar a desembocar en ataques de pánico. 

El origen de esta fobia, puede estar motivada por la mordedura de un perro en la infancia. O bien, por relatos sobre perros feroces, escuchados a familiares o amigos. La visión de películas donde los perros aparecen como violentos y agresivos animales, puede condicionar la aparición de esta fobia en personas sensibles y predispuestas.

Fobia a los gatos o Ailurofobia.

La fobia a los gatos se conoce como ailurofobia o elurofobia. Se trata de un miedo intenso, persistente, irracional e injustificado ante la presencia de un gato. Aunque no es raro encontrarse personas con este trastorno, es bastante menos frecuente que la fobia a los perros.

En su origen pueden influir vivencias infantiles traumáticas, pero en el caso de los gatos se relaciona más con tradiciones heredadas desde la antigüedad. Los gatos han sido considerados animales misteriosos. 

Para los egipcios los gatos tenían la consideración de un semi Dios. Estaban bajo la tutela del faraón y matar o lastimar un gato estaba penado con la muerte. En la Edad Media se relacionaban directamente con el diablo, las brujas y rituales satánicos, en especial los gatos negros.

Hay personas que creen en el poder de los gatos para predecir el tiempo. No son pocos los que piensan que ver un gato negro es un mal augurio. Quizás debido a esto, la fobia en muchos casos se circunscribe a los gatos negros.

Los síntomas de la ailurofobia son los mismos de otras zoofobias. Cursan con miedo intenso y una variedad de síntomas, relacionados con la ansiedad provocada por el desafortunado encuentro con el felino.

Ailurofobia o fobia a los gatos
Ailurofobia o fobia a los gatos.

Fobia a los insectos o entomofobia.

Cuatro zoofobias suman más del 50% de los casos de trastornos fóbicos: el miedo a las serpientes, a las arañas, a los pájaros y a los insectos. Conozcamos algunos detalles de esta última.

La entomofobia es un trastorno muy común, por la gran cantidad y variedad de insectos existentes. Debido a esto, los casos severos pueden condicionar de forma importante la vida del paciente fóbico, pues es difícil encontrar lugares, que le aseguren la inexistencia de insectos. Una forma particular de la entomofobia es el miedo patológico a las abejas o apifobia.

Un sujeto con entomofobia no practicará deportes al aire libre. Tampoco hará excursiones ni paseará por el campo. Se cuidará mucho de tener flores en su jardín. Vivirá todo el día pendiente de la presencia de cualquier insecto que le sobrevuele y su vida estará muy limitada. No es raro que la entomofobia se asocie con otras fobias simples. En concreto es frecuente la asociación con la aracnofobia y la fobia a los gusanos.

Fobia a las cucarachas o Blatofobia.

Las cucarachas son uno de los animales que ocupan el ranking de repugnancia para gran parte de la población. Pasan también por ser la especie con más capacidad de supervivencia. Ya existían en la época del Tyranosaurus Rex. Según apuntan los expertos sería probablemente la única especie que sobreviviría tras una catástrofe nuclear.

El miedo patológico a las cucarachas, está muy emparentado con la fobia a las arañas y a los insectos. Sin embargo, al contrario que las arañas, cuyo temor puede estar justificado por la existencia de especies sumamente venenosas, en el caso de la cucaracha el sentimiento predominante es el asco.

El blatofóbico no puede estar cerca de una cucaracha. Pese a saber que su presencia no conlleva ningún peligro, se siente invadido por una profunda repugnancia. Es habitual que reaccione con sobresalto ante la presencia de estos animales. Esta sensación de asco la convierte en una de las fobias más comunes.

Blatofobia o fobia a las cucarachas
Blatofobia o fobia a las cucarachas.

Fobia a los payasos o Coulrofobia.

Una de las fobias más peculiares es el miedo patológico a los payasos y a los mimos. Es una fobia de comienzo precoz. Suele generarse en la infancia, pero puede mantenerse en el tiempo y durar hasta la edad adulta.

En contra de lo que pudiera parecer, el temor a los payasos ha sido corroborado por la ciencia. Un estudio realizado en Inglaterra en 2008 puso en entredicho la imagen de amabilidad de mimos y payasos. En la Universidad de Sheffield se realizó un experimento para decorar las paredes de un hospital pediátrico con motivos alegres del gusto de los niños.

Tras analizar el comportamiento de 250 niños, de edades variables, ante las distintas opciones decorativas, un hecho resultó revelador: La antipatía por las imágenes de payasos fue el denominador común en todas las edades.

No parece fácil interpretar este hecho, pero los psicólogos han encontrado una teoría, que podría dar una explicación a este fenómeno. La cara del payaso está oculta tras un maquillaje que dibuja unas facciones desproporcionadas. Este hecho de no poder conocer lo que oculta el maquillaje produce una cierta desazón. Los autores del estudio lo calificaron como “familiaridad indefinida”.

Teorías sobre la Coulrofobia.

Este fenómeno no es nuevo ni mucho menos. A principios del siglo XX, Sigmund Freud ya hablaba de la “disonancia cognitiva”. Se trata de un fenómeno que provoca inquietud, temor o rechazo, ante situaciones conocidas pero a la vez inusuales y contradictorias.

El fenómeno de la disonancia cognitiva explicaría el miedo a los payasos. Una sonrisa es agradable. Una cara que sonríe durante todo el tiempo, es algo poco natural. Puede resultar inquietante y llegar a producir miedo.

Aunque mucho más reciente, algunos personajes de cine como el Joker de Batman (Jack Nicholson) o el payaso televisivo de la serie “It” de Stephen King, no han contribuido precisamente a mejorar el aprecio por los payasos.

En los últimos años ha aparecido la moda de los “creepy clowns”. Estos son personas que se disfrazan de payasos, se quedan inmóviles y asustan a los paseantes. Con esta actitud, no están, desde luego ayudando a luchar contra la coulrofobia.

Coulrofobia o fobia a los payasos
Coulrofobia o fobia a los payasos.

Referencias bibliográficas.


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Gerardo Castaño Recuero trabaja como psicólogo y psicoterapeuta en "Nuestro Psicólogo en Madrid". Ha estudiado Psicología en la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid y también ha cursado dos Máster, uno sobre Clínica y Psicoterapia Psicoanalítica y otro sobre TFE: Terapia Focalizada en las Emociones.