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Los estilos educativos: Influencia en el desarrollo psicológico de los hijos.

Los estilos educativos

Se ha debatido mucho sobre los diferentes estilos educativos y sobre la influencia que éstos pueden tener para llegar a producir trastornos psicológicos en los hijos. En este artículo intentaremos buscar una respuesta a este controvertido tema.

¿Puede hacer el estilo educativo de los padres que sus hijos desarrollen ciertos trastornos psicológicos?

Desde el albor de los tiempos, la familia se ha encargado de cuidar a su progenie, de mostrarle el mundo que le rodea y de enseñarle cómo ha de relacionarse con él. De esta manera, cada familia inculca sus propios valores y enseña las normas que considera que se deben seguir para alcanzar el bienestar físico, emocional y social.

En este sentido, numerosos estudios han puesto de relieve la enorme influencia que tiene la familia en el posterior desarrollo emocional de los hijos. Es decir, en la identificación, comprensión y regulación de sus emociones.

Así, aquellas familias que consigan transmitir valores y habilidades que generen un mayor bienestar personal probablemente harán que sus descendientes opten por un estilo de vida saludable, en el que no sólo se hayan visto fomentados el rendimiento académico o la sociabilidad, sino también los valores morales y la inteligencia emocional.

No obstante, si bien es cierto que los estilos educativos desempeñan un papel fundamental en el desarrollo cognitivo, social y emocional de los hijos, hay que tener en cuenta que éste sólo es uno -y no necesariamente el más importante- factor que influye en el posible desarrollo de psicopatologías.

En definitiva, el estilo parental es una variable contextual que por sí misma no justifica la aparición de un trastorno psicológico. Se ha demostrado que el estilo de crianza puede influir en la sintomatología psicopatológica y en la autoestima del menor.

¿Qué son y en qué consisten los estilos educativos?

Los estilos educativos conforman el conjunto de estrategias de crianza encaminados a modelar las conductas a través de la socialización y de la educación del menor, de tal manera que las interacciones paterno-filiales terminan creando referentes de lo que es una conducta adecuada.

Se describen 4 tipos de estilos educativos
(1) – Padre enseñando a su hija

Dichas interacciones han sido clasificadas por distintos autores hasta llegar a cuatro estilos educativos:

Estilo autoritario.

En este caso, el progenitor es una persona altamente exigente, rígida y dura. Demuestra frialdad hacia el menor y le concede escasa autonomía debido al permanente control al que se ve sometido para cumplir con las restrictivas reglas parentales.

Estilo democrático.

El progenitor se interesa e involucra en la vida de su hijo, mostrándose sensible con el niño y permitiéndole expresarse y desarrollar su autonomía. Pero, no por ello, deja de ser exigente con el menor, poniéndole límites y tratando de evitar los castigos. En resumen, este progenitor dirigiría la conducta del menor, pero considerando la opinión y capacidad de éste.

Estilo permisivo.

Se trata de un progenitor que habitualmente cede ante los caprichos del niño. Así, es el propio menor quien decide sobre sus actividades. Estos padres se caracterizan por una alta implicación y aceptación de sus hijos unido a un bajo nivel de control y exigencia.

Estilo negligente.

Lo que caracteriza al progenitor negligente es que exige tan poco como él da. Esto quiere decir que no hay normas ni afecto, tan sólo indiferencia hacia el menor, al que se le permite todo al actuar de forma pasiva. Como es de esperar, no hay cohesión ni comunicación entre ambos. El padre se muestra distante y no disponible para su hijo, mostrando tan sólo irritación, descontento o rechazo hacia éste.

¿Cómo influyen los distintos estilos educativos en el menor?

Numerosos estudios han confirmado la relación entre los estilos educativos parentales con la sintomatología psicopatológica, así como con el grado de autoestima del menor. No obstante, es necesario recalcar que, si bien la disciplina, el apoyo a los hijos y al desarrollo de su autonomía son variables intermediadoras en los problemas psicológicos, en ningún caso el estilo educativo resulta determinante, ya que el menor aprende de su entorno, creando nuevos sistemas de valores. No obstante, a continuación, se explica el perfil psicológico que suelen desarrollar los menores dependiendo del estilo educativo:

Estilos educativos autoritarios.

Los hijos de padres autoritarios son obedientes y acatan las normas, pero únicamente porque se sienten controlados. Por ello, tienden a desmadrarse cuando no están siendo supervisados. En caso de ser descubiertos, son castigados, lo que refleja cierto infantilismo.

Además, el hecho de no haber podido desarrollar su propia autonomía repercute en su autoestima negativamente.

Cabe destacar que los estilos educativos sirven como ejemplo directo de cómo relacionarse con los demás, por lo que tienden a ser imitados. Así, el adolescente tenderá a controlar a los demás, sin respetar sus opiniones y de forma poco empática.

Si a esto se le une que el menor es castigado físicamente, éste puede terminar viendo la agresión como una forma de expresar su enfado a los demás, por lo que este estilo favorecería el desarrollo de la personalidad antisocial (manipulación o violación de los derechos del otro sin sufrir remordimientos).

Los estilos educativos negligentes provocan niños con carácter agresivo
(2) – Niños gritando

Asimismo, pueden llegar a desarrollar depresión o ansiedad debido al sentimiento de culpabilidad cuando no cumplen con su cometido. Por otra parte, el deseo de rebelarse contra las reglas, unido a posibles problemas como la impulsividad e irritabilidad, podrían llevarles al consumo de sustancias psicotrópicas y alcohol o a realizar conductas delictivas.

Estilos educativos permisivos.

Los niños con padres permisivos suelen desarrollar problemas de control de impulsos y dificultades para obedecer y asumir responsabilidades. Esto es debido a que están acostumbrados a decidir sobre sus propias actividades, de forma que también podrían desarrollar problemas de inmadurez. Asimismo, son personas con mayores niveles de angustia e inseguridad al carecer de normas predecibles, pues cuando éstas son incumplidas sus padres los justifican y defienden ante los demás, lo que puede llevarles a comportarse de manera prepotente.

A todo ello, habría que sumarle una posible baja autoestima debido a su escaso autocontrol e incompetencia social al estar acostumbrados a decidir sobre toda su vida, sin tener en cuenta el punto de vista de los demás. Asimismo, los hijos pueden llegar a desarrollar conductas socialmente desviadas y agresivas durante la adolescencia (incluso hacia sus progenitores), además de consumir sustancias ilegales y alcohol debido a que considera que puede hacer lo que le plazca con su vida porque no va a sufrir las consecuencias.

Estilos educativos negligentes.

La falta de coherencia y el mínimo control e implicación emocional de los padres provoca frustración y hostilidad en el adolescente, lo que, normalmente, lleva a la manifestación de agresividad y problemas escolares. Por otra parte, la falta de supervisión y de ayuda genera sentimientos de inseguridad e inestabilidad, lo que también repercute negativamente en sus relaciones sociales. Asimismo, la falta de control puede facilitar que el adolescente tenga conductas delictivas y/o abusivas debido al escaso o nulo control que tienen los padres sobre el menor. Además, el desatender al descendiente puede influir en la aparición de trastornos del desarrollo en el niño, así como dar lugar a problemas de autoestima, impulsividad y depresión.

Estilos educativos democráticos.

Este estilo educativo genera buena actitud y rendimiento escolar, así como buena salud mental y escasos problemas de conducta, al tener una figura en la que apoyarse y realizar sus confidencias, teniendo confianza en sus propias capacidades. Cabe destacar que este estilo educativo ayuda a reducir las conductas problema asociadas con la hiperactividad.

Los Estilos educativos democrático son los más sanos
(3) – Padres jugando con sus hijos

¿Qué conductas de los padres pueden dar lugar a manifestar cierta sintomatología psicopatológica?

Como es de esperar, cuanto mayor sea el afecto demostrado hacia el hijo a través de la comunicación, la implicación en su crianza y la promoción de su autonomía, menores serán los síntomas psicopatológicos. Pero, ¿qué ocurre cuando falla alguno de los anteriores factores?

Falta de afectividad.

En primer lugar, se ha encontrado que la falta de afectividad unida a un sentimiento de rechazo por parte de los padres, además de un escaso control sobre las conductas del menor e inconsistencia en las reglas de crianza, generan sentimientos de ira y hostilidad.

Estos sentimientos pueden conducir al adolescente a mostrar conductas agresivas e incluso antisociales. Respecto al desarrollo de conductas agresivas, hay que destacar que no tienen porqué surgir como forma de desahogo desadaptativo ante situaciones de estrés y conflictividad, sino que también pueden ser fruto del aprendizaje, al ver que sus padres emplean estas conductas como una forma de relacionarse.

Cabe destacar que, antes de llegar a este punto donde la agresividad es una conducta frecuente en el adolescente, de niños, en edades más tempranas, pueden mostrar conductas disruptivas, por ejemplo, abusar de compañeros, problemas de disciplina, vandalismo, fraude en los exámenes. Esto es debido a una disciplina parental rígida donde los padres se comunican con el menor de manera físicamente agresiva y afectivamente negligente. En lo que respecta a la violencia filio-parental, cabe destacar que suele darse con mayor frecuencia en el estilo permisivo y con menor frecuencia en el estilo autoritario.

Asimismo, el afecto negativo no sólo puede dar lugar a conductas agresivas y a otros problemas de comportamiento, también puede dar lugar a problemas de atención. En este sentido, se ha encontrado que el estilo democrático es el que más ayuda a gestionar los problemas derivados de la hiperactividad del menor. En cambio, se ha visto que aquellos adolescentes cuyos padres se muestran altamente impositivos tienen una mayor tendencia al pesimismo y a mostrar una personalidad límite, que se caracteriza por la inestabilidad emocional, la autoimagen distorsionada y conductas impulsivas como sexo no seguro, abuso de sustancias, gasto excesivo o comportamiento suicida.

Conductas antisociales
(4) – Chica con imagen de rebeldía

Crítica excesiva.

Tanto la poca aceptación como la excesiva crítica de los padres hacia los hijos están altamente relacionados con la depresión y otros problemas de conducta (p. ej. el consumo de alcohol y otras drogas). Por el contrario, se ha demostrado que el apoyo de los padres a nivel afectivo e instrumental protege al adolescente del consumo de tabaco, alcohol y sustancias ilícitas. Asimismo, se ha encontrado que el apoyo parental reduce la pronta iniciación en la actividad sexual e incrementa el uso de anticonceptivos, reduciendo con ello el número de embarazos no deseados.

En lo que respecta a la influencia de los estilos educativos en la depresión y la ansiedad, se ha encontrado que el estilo democrático es el que menos depresión y ansiedad genera, ya que refuerza los logros del menor y su autonomía. Si bien es cierto que no se trata de una relación causal, se ha encontrado que la depresión se da en mayor medida cuando los padres interactúan con el menor de manera negativa o son negligentes en su cuidado, mientras que la ansiedad tiende a darse cuando hay exceso de control en las conductas de los hijos, pues genera inseguridad y miedo a cometer errores.

Falta de control.

En lo que respecta a las conductas suicida, numerosos testimonios de adolescentes reflejan que aquellos cuyos padres están implicados en su crianza y les hacen sentirse aceptados tienen una menor tendencia al suicidio. Por el contrario, el no sentirse apoyado ni tener una relación estrecha con los progenitores es una circunstancia que se da con mayor frecuencia en adolescentes suicidas. En resumen, la aceptación de los hijos, la expresión de afectos hacia éstos y el seguimiento de sus actividades reducen la ideación suicida. Aunque, si hay algo que reduce la ideación suicida es la resiliencia, esto es, la capacidad para superar circunstancias adversas de manera positiva.

En este sentido, se ha evidenciado que las personas con mayor resiliencia son aquellas que han sido criadas por padres altamente involucrados en la educación de sus hijos, que se muestran afectivos con ellos y les inculcan positividad. Además, para el desarrollo de la resiliencia es imprescindible que los niños hayan podido desarrollar la confianza en ellos mismos, es decir, su autoestima. Esto último se consigue cuando el menor ha sido capaz de ir resolviendo sus conflictos de manera autónoma, gradual y exitosa. Dicha autonomía, fomentada a través del apoyo parental, inmuniza ante las posibles dificultades que se puedan dar en el futuro, las cuales confiará en poder superar como ya hizo en el pasado, circunstancias que no se dan en los menores a los que se sobreprotege.

Socialización.

Llegados a este punto, es fundamental hablar de la importancia de la socialización, ya que la relación paterno-filial es el primer contacto que tiene el recién nacido con los demás, de manera que esta relación de apego determinará la forma en la que el niño percibirá sus relaciones. Es por ello por lo que el nivel de sensibilidad social está relacionado con la calidad de esta relación, resultando más abiertos y empáticos cuanto mayor sea la aceptación e implicación que perciban de sus padres.

Además, esta empatía y sentimientos de aceptación de uno mismo fomentan los sentimientos de competencia interpersonal, las interacciones positivas y el desarrollo de las llamadas conductas prosociales, es decir, el compartir, cooperar, ayudar y empatizar con los demás.

Padres paseando con su hijo
(5) – Padres paseando con su hijo

Sin embargo, se ha visto que la falta de supervisión e inaccesibilidad de los progenitores para comunicarse y pedir ayuda a éstos da lugar a relacionarse con compañeros conflictivos, a llevar a cabo conductas de riesgo y al desarrollo de un carácter antisocial.

Sobreprotección.

Por otra parte, es importante señalar que la sobreprotección da lugar a problemas de autoestima y facilita la aparición de numerosos trastornos como la fobia social, la ansiedad, el trastorno obsesivo-compulsivo o trastornos de la conducta alimentaria.

En lo que respecta a los trastornos de conducta alimentaria, cabe destacar que el contexto familiar adquiere una especial importancia, pues se ha demostrado que un ambiente cordial reduce la sintomatología. Además, la familia también puede inculcar que la delgadez no es sinónimo de éxito social y ayudar a regular las conductas de los adolescentes a través del apoyo emocional, enseñándoles a expresar sus sentimientos y a resolver sus conflictos sin tener que recurrir a estas conductas para paliar su ansiedad o reducir sus miedos.

Asimismo, es importante señalar que una autoestima baja es la llave que abre la puerta a numerosos problemas psicopatológicos (p.ej. consumo de sustancias psicotrópicas, trastornos alimentarios o conductas de riesgo), pues el adolescente no será capaz de encontrar otras herramientas para hacer frente a su situación e incrementará su malestar.

Conclusiones.

  • Los estilos educativos son un factor esencial, pero insuficiente para justificar la aparición de psicopatología, aunque influyen en su sintomatología.
  • El estilo educativo es un factor de riesgo para la violencia, problemas de atención, la hiperactividad, la agresividad y la delincuencia. También influye en otros trastornos emocionales y alimentarios, así como en las relaciones con los demás y en la autoestima del menor.
  • El apoyo parental unido al fomento de la autonomía del menor mediante la adecuada disciplina, sirven de salvoconducto para los trastornos psicológicos.
Se debe fomentar la autonomía de los hijos
(6) – Actividades para fomentar la autonomía de los hijos
  • El control psicológico (invalidación de sentimientos y manipulación emocional) predice una peor salud física y emocional (ansiedad y depresión), especialmente en lo que se refiere a la autonomía y autoestima del menor.
  • El control conductual (excesivos castigos y límites que impiden el desarrollo de la propia autonomía) se ha relacionado con conductas antisociales, conductas de riesgo y desviadas, así como a problemas anímicos y de autoestima.
  • La falta de comunicación puede producir problemas de ansiedad y depresión en el menor. El exceso de crítica puede llevar a padecer depresión y a desarrollar problemas de conducta.
  • El rechazo parental puede dar lugar al desarrollo de síntomas ansiosos, depresivos y psicosomáticos, así como al aislamiento social, una autoestima mermada, conductas agresivas y antisociales.
  • El escaso cuidado parental se asoció al desarrollo de trastornos emocionales, mientras que la sobreprotección da lugar a inseguridad, desadaptación y depresión.
  • La falta de apoyo parental incrementa la probabilidad de una pronta iniciación en la actividad sexual y de un menor uso de anticonceptivos.
  • La falta de cercanía en la relación paterno-filial, con un apoyo insatisfactorio por parte de uno o ambos padres, es un factor de riesgo asociado a las tentativas de suicidio. 

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Autora.

Mª Victoria Orbe Valls - Psicóloga Clínica

Mª Victoria Orbe Valls es psicóloga general sanitaria. Está graduada en Psicología por el CES Cardenal Cisneros (Universidad Complutense de Madrid), cuenta también con los másteres de Psicología General Sanitaria (Universidad Antonio de Nebrija) y Sexología Clínica y Terapia de Parejas (Instituto Superior de Estudios Psicológicos), así como con formación en Mindfulness y grafopsicología. En la actualidad compagina su actividad como psicóloga con la divulgación científica. Es colaboradora en el Blog de Nuestro Psicólogo en Madrid.


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Mª Victoria O. Valls - Psicóloga Clínica

M.ª Victoria Orbe Valls es psicóloga general sanitaria.

Está graduada en Psicología por el CES Cardenal Cisneros (Universidad Complutense de Madrid), cuenta también con los másteres de Psicología General Sanitaria (Universidad Antonio de Nebrija) y Sexología Clínica y Terapia de Parejas (Instituto Superior de Estudios Psicológicos), así como con formación en Mindfulness y grafopsicología.

En la actualidad compagina su actividad como psicóloga con la divulgación científica.